Un amor fecundo

21 de Marzo del 2019 - RAFAEL GUTIÉRREZ AMARO (SEVILLA)

Me viene con frecuencia a la memoria el relato que hace Santa Teresa de Calcuta de un hecho que le sucedió. Estaba ella en la calle, en un lugar inhóspito, de esos que por desgracia hay tantos en esa gran urbe llamada Calcuta.

Calcuta es una ciudad enorme en dónde además la vida y la muerte se encuentran con bastante facilidad, se podría decir que se confunden. En la misma calle. Entre basura. Entre escombros. En cualquier lugar apacible o desapacible ¡Allí la muerte llama!

Esa muerte que siempre es implacable y ante la que no cabe el: yo todavía no, o ven luego, o espera que me despida.

Ante esa realidad no podemos mirar hacia atrás, ni en Calcuta ni en ninguna parte del mundo; y además siempre, sea cual sea nuestra condición humana. A todos nos llega.

La Madre Teresa de Calcuta estaba tirada en el suelo junto con una mujer mayor y moribunda. La mujer estaba en los últimos instantes de su vida. Ya la Madre Teresa poco podía hacer, solo estar a su lado, abrazarla, entregarle su gran corazón, decirle que la quería...

Al oír que le decía que la quería, aquella mujer, abrió los ojos, y algo le sobresalto en el interior, miro a la Madre Teresa y sonrío con felicidad. Una felicidad plena, desbordante....

Repitió la mujer: Por favor, dígamelo otra vez. En aquellos momentos ese era el gran regalo que quería esa mujer desahuciada: "Madre dígamelo otra vez". Y de nuevo la sonrisa acudió: clara, amable, transparente a la cara de aquella moribunda.

Y así la Madre Teresa a petición de la mujer... repetía una y otra vez: te quiero, te quiero. Y la mujer: con la sonrisa en los ojos; y con el corazón maltrecho, pero henchido de cariño, murió. Mejor diría yo: Se fue feliz a la casa del Padre.

Ese Padre Nuestro que desde el cósmico, eterno y celestial tabernáculo divino la recibiría con un gran abrazo, lleno de un sin igual amor.

Aquella mujer encontró el Amor en el momento más especial de su vida. Y junto al Amor, la Fe, y la Esperanza; y al mismo Dios.

Y recibió el abrazo de la dicha eterna. El abrazo del Amor pleno y verdadero. Allí, si allí, de manos de la gran Santa de Calcuta, entre los escombros de una muerte cruel, la moribunda desahuciada alcanzó la Vida. La Vida en plenitud junto al Amor de los Amores.

A mi teológico entender se puede encontrar similitud, en cuanto a efecto, entre la Gracia del sacramento de la Unción de Enfermos y la Gracia que llego a la moribunda a través de la santidad y del amor de Madre Teresa. Y esa Gracia junto a la respuesta amorosa de la moribunda que acepto ese "Te quiero" de la Santa como un don, fue lo que le llevo a la Salvación, al Amor Eterno.

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