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Justas compañeras

25 de Marzo del 2019 - José Luis López Tamargo (Oviedo)

En una democracia de consumo de siglas y absoluto predominio de la imagen mediática, que simplifica los mensajes, personalizándolos en líderes, el feminismo funciona como la nueva redención y revolución. En nuestras sociedades occidentales el papel de la mujer ya no se reduce a la crucial faceta reproductiva y de cuidado; hay féminas, en número ingente, ocupando todo tipo de puestos directivos y de excelencia en la sociedad, producto de estudios, méritos probados y la existencia irrenunciable de un modelo abierto de movilidad. Se intenta fomentar un feminismo amable, transversal e interclasista, de valoración integral de los talentos de la mujer no cosificada, de lucha por una igualdad real de oportunidades, cuando serían necesarias medidas concretas y la superación de la imagen satanizada de todo lo masculino. Las tendencias son antitradicionales, de consumo de toda novedad, ambiguas sexualmente, altamente tecnológicas y de elección, vía mercado neoliberal, de estilos de vida anarcocapitalistas y muy egocéntricos. En una sociedad como la española, de gente no demasiado sofisticada y de raíces aún populares, aunque ya muy pluralista contemporánea, que las mujeres salgan a manifestarse, a corear consignas insumisas y disconformes, es una demostración palmaria de democracia y lucha por las libertades, aderezada de notas pachangueras y festivas. Estimo que el feminismo, que se nos vende, tiene mucho de puesta sobre la mesa de justísimas reivindicaciones, que hablan de lo raquítico de nuestro Estado del bienestar –conciliación, falta total de guarderías públicas y de políticas de natalidad–, pero cada vez más es una artimaña electoralista, cortina de humo y posible causa de fragmentación social. Lo identitario egoísta y el tufillo de superioridad también se da entre las mujeres, sin duda. Primando también la vulgaridad, el narcisismo, las verdaderas diferencias socioeconómicas, la cruenta explotación laboral, racial o sexual. Que se denuncien brechas, horribles violencias y el panorama laboral tan tremendo para jóvenes y personas sin demasiada cualificación, me parece perfecto. Que haya fiesta y “sororidad” me encanta y alegra. Pero, por favor, no busquemos “chivos expiatorios” en cualquier hombrecito por el mero de serlo, perdiendo hasta el respeto, cayendo en neopuritanismos, extremismos, supremacismos y demás tonterías guais de moda.

Es necesaria la educación inclusiva, igualitaria y humanitaria, universalista y social. Pero que no atropelle libertades personales, formas de ser, que pueden ser tildadas de “conservadoras”, simplemente por defender una visión de la mujer concreta, que no quiere ser instrumentalizada por nadie. La situación de la mujer en España, se me olvidaba, es muy avanzada y cualificada; la violencia contra la mujer, menor que en Suecia o Alemania. El camino de la dignificación total, visibilización y respeto activo por todos los seres humanos sin distinción, siempre será arduo.

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