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Hace 39 años asesinaban a Monseñor Romero en El Salvador

25 de Marzo del 2019 - javier arjona (Siero)

En recuerdo del Obispo Romero.

(Un año y tres meses antes había muerto en combate Gaspar García Laviana, en Nicaragua).

Este domingo 24-M, mientras las Queridas Madres de la Plaza de mayo en Argentina estarán en marcha repudiando los 43 años del GOLPE militar que hizo desaparecer a 30.000 de sus hijas/os,

también se estarán cumpliendo 39 años del crimen del obispo de San Salvador.

Y sus criminales siguen en la maldita Impunidad.

"Monseñor Romero encabeza la lista de las víctimas de la impunidad en este país y es una vergüenza que le hagan santo y todavía aquí no le hagan justicia". "El hecho de que todavía no se hayan sentenciado a los responsables de su muerte y que no se esté haciendo prácticamente nada para encausarlos es un símbolo de cómo la justicia no ha llegado para los que sufrieron en carne propia el conflicto armado".

En el año 2000, la Comisión Interamericana de Derechos Humanos condenó al gobierno de El Salvador por la falta de acciones para esclarecer el asesinato del obispo y por no garantizar la reparación de las víctimas de la guerra a través de un proceso judicial adecuado.

Casi 100.000 personas perdieron sus vidas, y otros tantos quedaron marcados para siempre en la guerra salvadoreña, que Romero intentó parar.

El 24 de marzo de 1980, a las 6:30 de la tarde, un estruendo sacudió la pequeña capilla del hospital para cancerosos en San Salvador.

Un día antes, durante una homilía en la Catedral de San Salvador, el líder de la Iglesia católica de El Salvador había llamado a los militares a desobedecer las órdenes de reprimir y matar.

Un informe de la Informe de la Comisión de la Verdad de Naciones Unidas en 1993 (creada por los acuerdos del proceso de paz que puso fin a la guerra en El Salvador) responsabilizó a los escuadrones de la muerte que dirigía el coronel Roberto D´Aubuisson, líder de la inteligencia política y fundador del partido Alianza Republicana Nacionalista (ARENA), que gobernaría el país durante dos décadas.

Señalaban a otros militares: los capitanes Alberto Saravia y Eduardo Ávila, así como a Fernando Sagrera y Mario Molina.

Una ley de amnistía de 1993 impidió entonces cualquier proceso en su contra.

23 años después, la ley fue declarada inconstitucional y derogada.

Se supo que en Modesto, California, vivía Alberto Saravia uno de los presuntos responsables del asesinato.

El excapitán Saravia fue finalmente condenado en septiembre de 2004 por un tribunal civil de Fresno a pagar 10 millones de dólares a los familiares del obispo. Saravia se dio a la fuga y sigue oculto. Amado Antonio Garay, el chofer que llevó al francotirador hasta la capilla de la última misa de Romero (y quien en 1987 confesó su participación y la de Saravia) vive en Estados Unidos como testigo protegido por el gobierno. Otros supuestos responsables han muerto o "desaparecido".

Pero pese a los esfuerzos de organizaciones civiles y de derechos humanos de El Salvador, el proceso legal por el asesinato de Romero parece continuar en el mismo limbo de silencio.

Se considera que el proceso legal por el asesinato del obispo es una deuda de memoria histórica con las víctimas del conflicto armado y un primer paso para el fin de la impunidad.

"La impunidad jurídica, que es permitir que los culpables sigan libres; la histórica, que es negar su asesinato y la influencia de su figura. Y, también, la moral: porque muchos de los que ahora celebran la canonización fueron los que se opusieron a ella, o los que lanzaron cohetes e hicieron fiestas cuando lo mataron. Incluidos miembros de la propia Iglesia".

Romero dejó dicho, desde el púlpito de la catedral, el día antes de su asesinato:

"Yo quisiera hacer un llamamiento de manera especial a los hombres del ejército y en concreto a las bases de la Guardia Nacional, de la policía, de los cuarteles: hermanos, son de nuestro mismo pueblo, matan a sus mismos hermanos campesinos y ante una orden de matar que dé un hombre debe prevalecer la ley de Dios que dice "No matar". Ningún soldado está obligado a obedecer una orden contra la ley de Dios. Una ley inmoral, nadie tiene que cumplirla.

Ya es tiempo de que recuperen su conciencia y que obedezcan antes a su conciencia que a la orden del pecado.

La iglesia, defensora de los derechos de Dios, de la dignidad humana, de la persona, no puede quedarse callada ante tanta abominación.

Queremos que el gobierno tome en serio que de nada sirven las reformas si van teñidas con tanta sangre. En nombre de Dios, pues, y en nombre de este sufrido pueblo cuyos lamentos suben hasta el cielo cada día más tumultuosos, les suplico, les ruego, les ordeno en nombre de Dios; Cese la represión."

https://mas.lne.es/cartasdeloslectores/carta/18849/romero-america-lider-antimilitarista.html

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