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Casual o causal, Asturias sin energía

25 de Marzo del 2019 - Carlos Muñiz Cueto (Gijón)

Sin colaboración, la vida no hubiera sido posible. Las plantas, usando la energía solar, generan oxígeno y sintetizan alimentos a partir del dióxido de carbono. Los animales, consumiendo plantas, obtienen la energía para desplazarse en busca de alimento: van respirando oxígeno, desprenden anhídrido carbónico, y esparcen sus desperdicios nutriendo a las plantas. Los depredadores, se alimentan de los animales y buscan obtener energía con que dominar y triunfar. Es siempre lo mismo: energía o extinción.

Con la revolución industrial del siglo XVIII, se quema carbono fósil para generar energía para la industria: un desequilibrio nada colaborativo con la vida si no se incrementan los ya mermados bosques. La Historia ha sido escasa en colaboración. El que triunfa, elimina la competencia y si es menester al colaborador. Sin embargo, otras historias dejan huella y nos muestran que solo las entidades que establecieron una simbiosis de colaboración con sus desiguales crearon el impacto necesario para la evolución subsiguiente en la Historia. Es lo que ocurrió con el sexo: de asexuados inmortales y clónicos, se pasó a sexuados mortales altamente evolutivos. Solo lo complejo triunfa con dificultad y permanece, pero, dentro de lo complejo, lo más simple suele tener razón. La evolución nos dio conciencia y conocimiento: esa memoria transmitida más allá del presente. El cuerpo viejo deja sitio al nuevo, y la memoria permanece como logro. Esa desaparición y permanencia hizo posible la Humanidad. A pesar de tantos miles de años de sexo y evolución genética, la conciencia humana no parece haber evolucionado mucho: le falta fe, esperanza, y sintonía con los otros; para dejar de equivocarse.

A priori de las fuerzas fundamentales de la naturaleza, nada se sabe. Pero el universo se formó como si fuese un error. A posteriori, todo lo improbable encaja y parece perfecto. Friedrich Dürrenmatt dejó escrito: «Los hombres que planean sus acciones con precisión, lo hacen para lograr un fin específico. La casualidad tiene sobre ellos el efecto adverso cuando, como resultado de ella, llegan al fin justamente opuesto al que habían planeado: cuando obtienen precisamente lo que temían y habían intentado evitar con sus planes».

Cuando ya se hablaba del efecto invernadero, Asturias pretendía exportar kWh usando el Musel, térmicas, carbón y mina. Ahora el Gobierno, cerrada la mina, importa energía y acabará haciéndolo Asturias al cerrar las térmicas. La gran industria asturiana deja de ser competitiva y se deslocalizará para volver a ser competitiva. No existe colaboración ni por casualidad, ni causa común con la necesidad. La sociedad, causalmente seducida en campaña, elige casualmente al álef sempiterno de su destino: la política que lo persigue se trastoca en salvadora y vuelve a ser su elegida. No hay atisbo de "sangre, sudor y lágrimas" para su libertad.

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