Los ideales

1 de Abril del 2019 - José Antonio Coppen Fernández

Independientemente que el título que acaban de leer sea también un poema sinfónico compuesto por Franz Liszt, entre 1849-1854, los seres humanos nos distinguimos de los animales irracionales, entre otras condiciones, por la capacidad que nos brinda la inteligencia para pensar y así elaborar nuestras propias ideas que nos puedan señalar la frondosa senda de los ideales. Los ideales son metas, objetivos. Representan intereses, por los cuales una persona es capaz de dedicar toda su vida con tal de lograrlo. Los ideales son muy convenientes para darle sentido a la vida. Es obligado añadir que en mayor o menor grado toda persona es idealista, pero ocurre con frecuencia que caemos en ideales equivocados. Para eso nacemos también, para equivocarnos. No obstante, siempre habrá en los idealistas un poso positivo. Debemos advertir ya que las verdaderas ideas morales están en nuestro espíritu, para señalar a continuación que no son los grandes avances tecnológicos los que mueven y conducen el mundo, son las ideas. En estas yace precisamente el germen del progreso, de igual modo que emergen de la tierra los frutos.

Entendemos que es saludable cubrir los huecos del corazón, y hasta de nuestra alma, con algo que nos suscite pasión con aspiraciones a perfecto. Que uno, además, se vaya formando las ideas por contribución ajena no extraña, y que, en ocasiones, pueda tener un interés malévolo; resulta muchísimo más positivo y gratificante la propia producción surgida de los conocimientos adquiridos. Las serias y rigurosas reflexiones basadas en la formación segregan la esencia que nos permitirá componer nuestras propias ideas, granero de nuestros ideales. Así se conformarán los propios criterios y la construcción de la personalidad humana.

El ideal, hablando en líneas generales, no lo debemos encontrar en los demás, hemos de hallarlo en nosotros mismos, precisamente en el propio proceso reflexivo. Uno de los insultos más graves a la inteligencia humana se puede encontrar cuando una persona señala a alguien indicando que le “comieron el coco”. Es tanto como decir que no tiene la capacidad mínima para pensar y opinar por sí mismo.

Aclaremos, por último, que los ideales pueden ser de distinta naturaleza: morales, políticos, religiosos, sentimentales… Y en cualquiera de estos campos podrá hallarse tierra fértil para sembrar su semilla. Pero ¡ojo!, líbrenos Dios de caer en la fosas del fanatismo, porque entonces los ideales se tornarán en lanzas, porque el fanatismo es la locura de los sanos. “Ninguna locura es mayor ni más costosa que un intolerante idealismo”, según Winston Churchill.

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