Adiós a Fernández Cuevas, mi director general
Me he enterado hoy de que nos ha dejado José Ramón Fernández Cuevas, ahora definitivamente, mi director general, así me dirigí a usted en la última ocasión que conversamos juntos, era el final de los años ochenta, usted ya no era director general de la Caja de Ahorros de Asturias, Cajastur, yo aún pertenecía a la Institución, aunque por poco tiempo, las guadañas afiladas segaban a su paso a tirios y a troyanos. Le reproché que no hubiera tomado medidas antes, para evitar lo que estaba ocurriendo: Los troteagas, tarquinos y demás meapilas, disfrazados de izquierdistas, entraron a saco como elefante en una cacharrería.
Usted que jamás me pidió nada que no excediera de mis funciones, lo que si hicieron sus sucesores, usted cuya categoría humana era indiscutible, incluso por los trepas que segaron su cabeza, se sentaba en el despacho de Caballero de Gracia y se interesaba por mi familia, por mi adaptación a la gran urbe, por mis problemas personales. Su humanidad estaba incluso por encima de su profesionalidad. Cuando los presidentes de la Caja eran meras figuras decorativas, nombrados pos los políticos de turno, y cuyas meteduras de pata eran, no por habituales, altamente celebradas, en esos momentos usted mereció el respeto y la admiración de diversas entidades y organizaciones, incluida la CECA, para algunos de cuyos estamentos había sido nombrado.
Pero eso no era currículum suficiente para mantenerse en el puesto ante el golpe de mando que se urdió con la llegada del PSOE al poder en el año 82 por aquellos felones cuya única obsesión era derrocarle por los medios que fueran, se sabían capitidisminuidos y en su mediocridad, amparados por un egocéntrico presidente que acabó en un club de baloncesto, consiguieron el pretendido trofeo. Llegaron prometiendo transparencia y honestidad, poco duraron sus propósitos, de sus desvaríos, atropellos y favoritismos fui testigo en primera línea. ¡Cuantas gestiones que no me incumbían me he tenido que tragar: Visados de países del Este para directivos y esposas, reservas en hoteles, entradas para espectáculos, ventas que no se hacían al mejor postor! En esa última conversación usted me advirtió que llegaban tiempos convulsos, me aconsejó paciencia y mano izquierda, incluso me regaló el proverbio chino: Siéntate en el quicio de tu puerta y verás pasar el cadáver de tu enemigo, pero ese enemigo nos llevó por delante a los dos, a usted porque en el fondo envidiaban su buen hacer, su honestidad y su bonhomía, a mí porque fui tan imbécil que no oculté mis ideas a los que consideraba mis compañeros (en el colmo del cinismo esos mismos llegaron a llamarme rojo ) y en último extremo mi decisión de apoyar a la Asociación Salgamos de la OTAN, cuando ellos, el enemigo, daba mítines apoyando el sí en el referéndum. Pero eso, Don José Ramón, se lo explicaré en otra ocasión.
A usted le negaron el pan y la sal, le criticaron hasta su decisión de apoyar la Fundación Príncipe de Asturias, incluso le quisieron descabalgar de la Secretaria General, esos mismos inútiles, el mismo enemigo, siempre el mismo.
Hasta luego mi Director General, hasta luego señor Fernández Cuevas, acabo de regresar a Asturias, doce años antes de lo que esperaba, y desde nuestra tierra, sigo estando incondicionalmente a su lado, llorando su pérdida y admirándole una vez más porque nos ha dejado como ha vivido, con humildad, con sencillez, sin hacer ruido y, me imagino, perdonando todos los agravios que con usted se han cometido. Gracias por el tiempo que me dedicó, gracias por su cariño y su respeto, no opinábamos lo mismo en muchos temas, pero siempre admitió la discrepancia y respetó al adversario. Gracias por su dedicación y su honestidad.
Su siempre fiel empleado
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