¡Crisis!: sí, de valores
Y de pronto, ¡zas!, surge el eclipse y se cierne la oscuridad sobre la voraz e irracional conducta consumista; hemos pasado de la ficción de el dorado para todos a la evaporación de buena parte del sistema financiero; de la bulimia especulativa en el sector de la construcción a la anorexia; del record de ventas de vehículos cuatro por cuatro y de gama alta al despido y regulación de miles de empleados; de entregadas y altruistas asociaciones a camaleónicas ONGs que invierten la ayuda comprometida -o sea, la comida, medicinas- en bingos financieros; de la inquietud, preocupación y sueño social por un mundo donde las personas no mueran de hambre a las joyas y hoteles para perros; de
Estamos asombrados, buscamos a los responsables, queremos respuestas: ¿Quién ha introducido a nuestro mundo en tal quimera?, ¿cuándo volverá la luz? En mi modesta opinión, si sólo se aplican soluciones económicas de emergencia para paliar las acuciantes cuestiones del momento y se soslaya el origen ideológico-político de esta crisis, será un simple tratamiento de los síntomas que deje intacto el germen del verdadero problema.
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