La ternura del amor
Pienso que es un buen detalle para estos días de Semana Santa procurar hacer la vida más agradable a los demás. Todos estamos necesitados de cariño, afecto, delicadeza, ternura; y de que tengan con nosotros un trato agradablemente cordial.
La simpatía siempre es necesaria para mejorar este mundo nuestro, en tantas ocasiones arisco y hostil.
Cuando pensamos en la caridad siempre pensamos en el dinero, pero también tendríamos que pensar en nuestra capacidad de dar felicidad, de dar alegría, de comprender, de tolerar incomprensiones de los demás, de mostrarnos cercanos y amigos.
El amor es el alfa y el omega de nuestra vida y en nuestras relaciones, incluso en las más personales, ese amor se tiene que concretar en detalles:
La brusquedad de los modales hay que desterrarla, la obscenidad dialéctica también. Hemos de darnos cuenta que por ejemplo las voces en la conversación en la mayoría de los casos, o casi siempre, no llegan a nada.
En muchos hogares las malas formas destruyen la convivencia y la armonía; y los hijos en muchas ocasiones quedan heridos para siempre por la mala actitud de unos padres poco dialogante o poco amables.
Hacen falta toneladas de cordialidad en este mundo nuestro, porque el amor y el cariño no son para predicarlos sino para vivirlos en el día a día. Para vivirlos: Con el compañero, con la esposa, con el marido, con los hijos y en el inmenso panorama de nuestras relaciones habituales.
Aparte de querer: querer a los demás, tenemos que aprender a querer a los demás; tenemos que esforzarnos por hacer felices a los demás.
Pienso que esta propuesta es muy buena para estos días de Semana Santa en el que aumenta el trato con los demás, con las personas; y en los demás, en el otro, sabemos que Jesucristo está presente de una forma muy especial.
Rafael Gutiérrez Amaro
Sevilla
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