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Demagogia anti-inmigración

1 de Mayo del 2010 - Manuel Barrientos Villazón (Gijón)

Últimamente cada vez afloran más las bajas pasiones y los tópicos contra la inmigración debido a la crisis.

Quiero dejar muy claro que soy partidario como el que más de que se castigue con toda la dureza posible a las mafias extranjeras y se las expulse. Pero considerar que los inmigrantes que han venido a trabajar son todos o maleantes o culpables de nuestra crisis y de nuestro paro, cuando en época de bonanza han estado trabajando en los empleos que no queríamos los españoles, aportando, así, según informe de La Caixa, una media de 3,2 puntos de crecimiento a nuestro PIB en los últimos diez años, y ahora con la crisis, la mayoría de los desempleados que hay son inmigrantes, eso sí que es demagogia pura y fácil. La inmigración que hemos recibido ha dinamizado económicamente muchos barrios al hacerse cargo tanto de negocios como de empleos que los españoles no querían. Según el Banco de España, la contribución de los inmigrantes al aumento de la producción por habitante en el período de 2001-2005 ha supuesto el 25 por ciento del total. En Almería y Murcia ha habido una década de crecimiento económico gracias a que la inmigración taponó la sangría de trabajadores españoles en los invernaderos como consecuencia del envejecimiento y abandono de los pueblos por parte de sus nativos, según la COAG.

Resulta insólito, además, que cuando tenemos un grave problema de envejecimiento de la población y baja natalidad de europeos que genera un desequilibrio de pirámide poblacional algunos quieran culpar también a los extranjeros del déficit de la Seguridad Social, cuando ellos tienen una natalidad mayor y, por ejemplo, en el 2007 han contribuido a recuperar en un 16 por ciento nuestra maltrecha natalidad, además de rejuvenecer, por tanto, nuestra población, dando así esperanzas de relevo generacional. Sin los inmigrantes el envejecimiento de la población española causaría la pérdida de un 15 por ciento de la fuerza de trabajo hasta el 2025. Según la Fundación BBVA, la Fundación Pfizer y la Fundación Ciencias de la Salud, los extranjeros utilizaron menos que los españoles los servicios sanitarios, ya que en su mayoría son jóvenes que vienen a trabajar y no tienen tanta necesidad de ellos como nuestra población anciana, además de tener más problemas de horarios y no poder permitirse dejar de trabajar para ir al médico.

En la época de bonanza económica los extranjeros aportaron con sus cotizaciones un beneficio neto para el Estado de 5.000 millones y pagaron a 900.000 pensionistas. Recordaremos también que al trabajar en tareas domésticas y de cuidado de nuestros mayores y niños facilitaron la incorporación de la mujer y los jóvenes al trabajo.

Y si de problemas de competitividad vamos a hablar, habrá que recordar que debido a nuestro descenso de natalidad faltan estudiantes de Químicas, y la inmigración ha contribuido a un repunte del 40 por ciento del número de estudiantes de esa carrera, según la Real Sociedad Española de Química, y en muchos de los laboratorios más competitivos hay más extranjeros que españoles haciendo la tesis doctoral debido al descenso de estudiantes españoles predoctorales.

Y que no venga nadie con lo del abaratamiento de la mano de obra por los inmigrantes, porque en España tenemos una creciente precariedad laboral desde los ochenta a consecuencia de la globalización. Los puestos de trabajo que ocupan los inmigrantes porque los rechazan los españoles tienen sueldo bajo porque la productividad de esas pequeñas empresas es baja. Si no hubieran sido cubiertos por inmigrantes, nuestra competitividad sería menor, pues el dinero de los fondos de cohesión se hubiera destinado a paliar la pérdida de producción que supondrían esos puestos de trabajo vacantes.

Aun ahora, en plena crisis, hay muchos puestos de trabajo de difícil cobertura que no los quieren los españoles y sólo los quieren cubrir los extranjeros, ejemplo, ¿cuánta gente de España se ofrece a realizar el trabajo de interna?

Comprendo que hay mucha gente que ignora estos datos y son presa fácil del miedo irracional al fenómeno de la inmigración, pero quienes conociendo esta realidad con cierto rigor aún siguen culpando de todo a la población extranjera están gravemente afectados por la triste enfermedad de la xenofobia.

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