Una mesa electoral en Fozaneldi
Este domingo tuve la desagradable experiencia de ser presidente de la mesa electoral número 3-10A de Fozaneldi. En la época del bipartidismo, primero voté a PSOE, pero –como no cumplió sus promesas– en el siguiente voté a los populares, que –como no cumplieron sus promesas– lograron que ya no votase más. Cuando surgió Foro cosechando el voto del descontento dudé, pero no les voté. Tampoco lo hice hace cuatro años a Podemos ni ahora a Vox. Si aún no está claro, en estas elecciones tampoco voté. Aun así, daría mi voto al partido, moderado en unas propuestas realizables que –por coherencia– estuviera libre de tránsfugas.
Considero que yo, un descreído de los falsos profetas de la política actual, no debería participar en la mesa de la liturgia electoral y que debería estar excluido del proceso. Es decir, reclamo que todos aquellos que no votamos en una anterior votación seamos excluidos en el sorteo como miembros de mesas electorales. No obstante lo escrito, un poco por respeto a las buenas personas que aún creen en el procedimiento y un mucho por temor a la pena de tres meses a un año de cárcel, asumí el nombramiento de presidente con las condiciones expresas de saber leer y escribir.
Una vez obligado a actuar de presidente, dada mi falta de preferencia de colores, me considero un observador adecuado para informar de un proceso en el que aprecié numerosas incorrecciones e inexactitudes a lo largo del día, algunas menores e inocentes y otras no tanto.
El lugar de la mesa fue un comedor escolar, en el que a simple vista se observaban tarros de garbanzos precocinados y diversos envases con ingredientes alimentarios, además de elementos de la cocina y del comedor. Todos ellos eran accesibles a los que vinieron a votar. Entre los votantes a la mesa 3-10A estuvieron portadores de mascarilla y entraron varios lindos perritos, además del 80 por ciento de ciudadanos sanos y enfermos pertenecientes a todos los sectores mayores de edad del barrio. Por ello, considero inadecuado su uso desde el punto de vista sanitario. En realidad, es un tanto a la inversa ya que considero altamente inadecuado el uso del local como comedor escolar una vez transcurrida la jornada electoral.
Sin ninguna duda, el aspecto más desagradable de la jornada lo protagonizaron los apoderados de los partidos políticos. Como ciudadano considero que los políticos están al servicio de los ciudadanos con el objetivo de hacer nuestra vida mejor. Sin embargo, después de la experiencia del domingo, tengo claro que los apoderados piensan que los ciudadanos trabajamos para ellos. A partir del cierre de la votación aparecieron los asesores coaccionando, intimidando y exigiendo documentación antes de tiempo. En dos momentos concretos de crispación, cuando yo les contestaba que aún no era el momento, aprecié tonos de amenaza y todo ello antes de colocar el original del acta de cada uno de los dos procesos celebrados a la entrada del local. Reitero desde estas líneas que la entrega de esa documentación a los apoderados se hace (así lo dice el manual) después de colocar las actas a la entrada del local y después de darle su copia al representante de la Administración. Es más, como la encuadernación del documento apenas permite autocopias, no tuve más remedio que paralizar la cumplimentación del resto de documentación para despegar las copias colocadas a la entrada del local y fotocopiar nuevas copias para los apoderados. Es decir, los apoderados no sólo no ayudaron sino que crisparon la labor de la mesa en la hora trece de jornada laboral interrumpida.
La dedicación a la mesa número 3-10A del tiempo del que suscribe fue intensa. Fueron tres desplazamientos a la Junta Electoral de Zona: una para solicitar adaptación a la discapacidad, otra para recoger la documentación de la mesa y otra para entregar los resultados de la jornada electoral. El tiempo total dedicado fue de dos horas repartidas en los dos desplazamientos en día laborable y de dieciséis horas (08.00-24.00) de festivo continuo y prolongado con nocturnidad. El resultado sale a 3,61 euros/hora de dedicación en los que hay que añadir el pago de 9 euros por el taxi tomado a las 23.30 horas –custodiando yo mismo los resultados electorales hasta la Junta Electoral– que tuve que adelantar. Creo que el pago de 3,61 euros/hora de trabajo en horario festivo y con nocturnidad es un mensaje que no es coherente con los actuales objetivos sociales ni laborales, aunque probablemente incentivaría la generación de empleo si se extendiese al resto de actividades laborales.
Al final de día lo que me llevé para casa fue la imagen de esas hordas inhumanas de apoderados políticos caracterizados con pieles de asesores coaccionando, intimidando y amenazando. Vaya en estas líneas mi descalificación más rotunda.
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