Si no estamos aquí, no estaremos allí
Tanto para estar aquí, como para estar allí cuando nos alcance el futuro digital con la inteligencia artificial, con la robotización y el cambio conceptual del empleo y su cambio drástico en todas las ocupaciones, van a ser necesarias grandes dotes de anticipación. Sobre todo en la educación y la formación. El uso de las matemáticas va a cambiar radicalmente con la inteligencia artificial, y no digamos la capacidad de hacer cualquier trabajo en equipo con ella lográndose muchísimo más que ahora. Su capacidad para dar respuesta a los planteamientos correctos será portentosa y la que dé a los planteamientos incorrectos todo un desastre. Antes soñábamos con ser maestros en el uso de una herramienta, ahora hemos de educar para sacar el máximo partido a las herramientas futuras y dar así respuesta a aquellas necesidades que siempre serán prioritarias: conservar la vida, la libertad y la felicidad.
No se trata de saber elegir el color del cristal con que debemos mirar al futuro, porque el color del futuro será, como siempre, de luz diáfana. Pero sí de ¿cómo tallar el prisma aquí para obtener un arco iris allí?
¿Qué colores necesita el futuro? La respuesta es simple: el color del alimento (industria alimentaria de calidad y renta básica universal incondicional para adquirirlo), el color de la salud (sanidad pública gratuita y universal), el color de la educación y la formación públicas (dar capacidad a las gentes para anticipar el futuro), el color de la seguridad y justicia (que el jardín no sea pisoteado), el color de la energía (alimentar 'La máquina'), el color del cobijo (vivir cobijado en el jardín) y el color de la información y la movilidad personal (saber a dónde dirigirse para construir el mejor jardín). Con estos siete colores, la libertad del mercado y un salario ciudadano ocupacional que premie en sus trabajadores a las empresas que más impuestos pagan, dándoles a ellos una prima según sus ocupaciones; el futuro tendría el color de la riqueza para pagar impuestos, pero negando el negro yugo del endeudamiento. De esa forma se daría actividad a todas las personas con los emprendedores liderando sus empresas. La culpa del descolorido actual es de una política equivocada; pues no valora ni el trabajo ni el producto en su apropiado precio, y sí valora en cambio lo irrelevante: el rígido horario laboral y la publicidad que engendra necesidades superfluas. Si la política no anticipa bienestar, no sabrá afrontar el cambio climático (sea cual sea su causa), ni las migraciones, ni la crisis ocupacional. ¿Pero quién se lo explica?
El 100% de consumo de energías renovables está fijado para 2050. Pero para llegar allí, hace falta tener aquí energía barata para competir. Las centrales nucleares deberían facilitar este tránsito, porque, si no es así, acabaríamos quebrando por la penalización industrial y se haría imposible llegar allí. ¿Qué hace el resto del mundo, quién nos explica los planes?
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