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Ambiente hostil hacia la Iglesia

31 de Marzo del 2010 - Inés Morán Álvarez (Oviedo)

La afición por los niños en el deleznable sentido como es el de la pederastia, se ha extendido como la pólvora; tan es así que ya no es extraño que cada cierto tiempo se nos informe del descubrimiento de una nueva red de pederastas. Un abominable fenómeno que alcanza a todos los rincones del mundo, a todos los estamentos y a todas las profesiones: profesores, maestros, educadores físicos, gimnastas, informáticos, funcionarios, médicos, padres de familia, solteros, casados, hasta llegar al mundo religioso.

No he de defender ni muchísimo menos esta perniciosa moda que es abominable, ni a quienes se aprovechan lujuriosa y egoístamente de los inocentes y débiles, los niños, quienes se encuentran indefensos en las manos de los que ellos consideran superiores. Sin embargo, resulta llamativa la forma de conducirse y de opinar que tienen los medios de comunicación, que tratan de arrastrar como inquisidores al pueblo en contra de los curas, a los que sacan a la palestra con nombre y apellidos, insistiendo en la información y reinsistiendo, sin que a lo largo del tiempo se hayan conducido de forma semejante con otros colectivos o con otras personas caídas en la misma conducta, personas a las que también se había confiado la enseñanza de los niños o su protección, y que con respecto a ellos también tienen una gran responsabilidad.

Esta insistencia en la noticia hace pensar y acertar- que hay un interés dominante del mundo laicista por derrumbar a la Iglesia, porque es evidente la preocupación que gastan en hacer una crítica atroz y continuada a los curas, dejando en entredicho al resto de los sacerdotes de conducta intachable, a los que en ningún momento han dirigido una crítica constructiva o una valoración objetiva. Y curiosamente éstos, los sacerdotes de conducta intachable, son los más.

En su afán destructivo de la Iglesia, han pretendido manchar al Papa injuriándolo, con esa tan consabida consigna:: Calumnia, que algo queda. Pero si hay alguien en este mundo que se preocupa momento a momento y día a día en ser intachable, en cuidar su santidad sabedor de su responsabilidad y de que todos los ojos confluyen en él- ese es Benedicto XVI, y todo bien nacido es sobradamente conocedor del esfuerzo que el Papa realiza para ser un buen repetidor de la vida de Cristo. Y aunque solo fuera por ese esfuerzo y por esa carga costosa que supone el luchar por ser santo, merecería todo el respeto y toda la admiración. Aunque sólo fuera por esto, porque estoy plenamente convencida y hasta pongo por ello mi mano en el fuego- de que en el mundo laicista nadie cuida su conducta como la cuida el Papa para adaptarla a la perfección. Pero es fácil, sí, muy fácil, tirar piedras contra el tejado ajeno cuidándose mucho de tirarlas sobre el propio tejado.

Cualquiera de los que vivimos hemos siempre comprobado que son más críticos y destructivos con los demás precisamente los menos ejemplares, a los que les asiste una enorme facilidad para dar mítines moralistas, cuando para ellos la moral les tiene sin cuidado.

Si, no puede decirse que no. Hay sacerdotes en muchos países que han caído en el enorme mal de la pederastia. Hay quienes los han encubierto (me atrevo a asegurar. que erróneamente, pero sin la más mínima mala intención). Hay quienes han padecido convertidas en víctimas. Son conductas deleznables por supuesto, pero hay muchos más personajes que no son sacerdotes y que se extienden por el mundo con tan abominable conducta, y que profesan multitud de actividades, muchas de ellas directamente relacionadas con los niños. Profesionales de toda índole que no han escandalizado a los medios de comunicación, de los que no han dado datos, ni nombres, ni localidad, ni lugar de trabajo, y de los que no se ha hecho ni la más mínima crítica.

Queda patente el afán laicista de perturbar, de crear un ambiente hostil a la Iglesia y esto (por desgracia, por la conducta desleal de algunos de los miembros de la Iglesia) ha servido para hostigarla con fuerza. Pero en la Iglesia, a pesar de todos los pesares y a pesar de sus lastres, hay multitud de santos, hombres de bien que la fecundan contrarrestando el mal que algunos puedan hacerla. Y entre estos santos quizás el que más- está el Papa.

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