La Iglesia en la encrucijada
El siglo XXI está marcando en Europa y, en general, en el mundo desarrollado, el declive de la Iglesia. No ha sido el marxismo, ha sido el liberalismo y la cultura capitalista los que la han puesto contra las cuerdas. Los valores cristianos no priman en la sociedad del individualismo, del egoísmo, y del enriquecimiento a costa de los demás. ¿Qué sentido tiene un mandamiento que prohibe robar en el mundo de la corrupción?¿para que sirve otro que condena por matar, si los mismos que organizan las guerras acuden a besar el anillo papal?. En la sociedad que tenemos se ha arrinconado al Evangelio porque su mensaje se ha vuelto mas subversivo que el libro rojo de Mao. Es increíble que, después de tantos siglos, las palabras de Jesucristo, los mandamientos, la ética cristiana, sigan siendo un instrumento válido para luchar contra el poder de los déspotas. Si queremos cambiar los principios en que se asienta el mundo, si anhelamos el imperio de la justicia, si creemos que el mal de verdad existe y no se puede relativizar, debemos ser conscientes de que el Evangelio es un instrumento útil en esa lucha, no solo para los cristianos, también para los ateos progresistas.
Pero no solo ha sido la filosofía económica imperante la que ha convertido, otra vez, a Jesucristo en su enemigo, también la propia Iglesia, en concreto los que la dirigen y gobiernan. ¿Cuantas veces se han aliado con los poderosos?, ¿cuanto han callado sus crímenes, sus fechorías?. Si volviera el Mesías, otra vez el poder político y económico, incluso la misma Iglesia, lo querrían crucificar.
Vestidos con ropas ridículas y aplaudiendo espectáculos paganos, las jerarquías eclesiales llevan mucho tiempo cavando la tumba de una congregación por las que muchos y muchas han dado la vida. La Iglesia debe actualizarse, en sus discursos y en su estética, la ética del Evangelio sigue plenamente vigente, pero sobre todo debe enfrentarse, ese es el sentido mas importarte hoy del apostolado, a los que han olvidado el segundo mandamiento, el más importante amarás al prójimo como a ti mismo.
Estos días estamos viendo como algunos no son todo lo contundentes que debieran condenando tantos episodios de pederastia (hay de quien escandalizara a un niño, mejor se ponía una piedra de molino al cuello y se tiraba al río con ella, dijo Jesús), o como se consienten espectáculos, como los empalaos y los picaos, que nada tienen que ver con la fe y mucho con el fanatismo. Pero, además, digámoslo sin ambages, ¿no se han convertido muchas fiestas patronales (donde son comunes todo tipo de excesos, incluso se tortura a los animales), no han derivado las propias fiestas de Semana Santa en espectáculos deleznables, bajo el pretexto de la fe, que escandalizarían al mismo Dios?. Los que dirigen la Iglesia no pueden continuar siendo cómplices del paganismo teñido de cultura popular y de tradición.
Afortunadamente el Evangelio sobrevive, se hace todos los días patente en los que trabajan por los demás, en las misiones, en Cáritas, en Proyecto Hombre, en las comidas que las monjas dan a los indigentes y el cariño que regalan a los huérfanos.
Se cumplen ahora 30 años del asesinato de Monseñor Romero en el Salvador (la misión de la Iglesia es identificarse con los pobres, así la Iglesia encuentra su salvación), cuanto tendría el y muchos de los denostados defensores de la Teología de la Liberación que enseñar a los jerarcas vaticanos.
Estos días mientras algunos derraman lágrimas, (desde el balcón de 2.000 euros de alquiler) , al paso de la virgen disfrazada de rica y escoltada por legionarios, nosotros tendremos un recuerdo para Oscar Romero, para Gaspar García Laviana y tantos apóstoles, tantos héroes, anónimos que tenían muy claro el significado de la Cruz y el mensaje del Evangelio. Quien sabe, quizá gracias a ellos, en Iberoamérica la Iglesia no está en la encrucijada de cambiar o desaparecer.
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