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Ante la hospitalización forzosa

24 de Mayo del 2019 - Alberto Artamendi (Barcelona)

Mientras se suscitaba el debate creado por el caso de la mujer embarazada que fue forzada a ingresar en el hospital por orden del juez, mi mujer y yo acudimos al Hospital San Agustín de Avilés deseosos de dar a luz a nuestro primer hijo. Todos los indicadores anticipaban un parto sencillo y sin complicaciones, pero repentinamente siete personas vestidas de blanco entraron corriendo en la sala y me exhortaron a que abandonara la sala, indicando que era necesario hacer una cesárea de urgencia.

Diez minutos después nació nuestro hijo Mario; los profesionales del hospital habían identificado en la lectura de las contracciones que algo no era correcto y decidieron actuar. Su intuición era correcta: el bebé se había atado el cordón umbilical al cuello, de tal forma que con cada contracción se le dificultaba el paso de sangre y oxígeno al cerebro. Luego nos informaron de que, dada la naturaleza del problema, si no hubiéramos acudido al hospital y hubiéramos intentado tener al bebé en casa, este habría nacido con toda probabilidad muerto o con deficiencias psicológicas graves e irreversibles. Afortunadamente, gracias a la clarividencia y rápida actuación de estos profesionales el bebé nació en perfecto estado de salud y sin secuelas.

Por esta razón hemos decidido escribir esta carta, para agradecer a los profesionales de la sanidad pública su excelente abnegado trabajo, a menudo no suficiente remunerado. Este agradecimiento se dirige a todos vosotros, pues gracias a vuestro esfuerzo España disfruta de una sanidad envidiable y de altísima calidad. No obstante, nos gustaría particularizar el saludo -dadas las circunstancias- de manera especial en los integrantes de los servicios de ginecología y obstetricia y a los anestesiólogos del Hospital San Agustín de Avilés por un lado, y por otro a los integrantes del servicio de pediatría, enfermeros y matronas, por su paciencia y atención durante los días posteriores al nacimiento.

También queremos que este relato sirva para defender la actuación de la justicia y el sistema de salud: la libertad individual es un derecho fundamental, pero creemos humildemente que debe excepcionalmente ceder cuando la salud o incluso la vida de un bebé a punto de nacer pueden estar en riesgo. Además, los médicos no habrían emitido su informe favorable a la hospitalización -sobre cuya base actuó el juez- sin razones objetivas de peso que lo aconsejaran. Ellos utilizan el método científico, con protocolos establecidos que se han construido sobre la base de la experiencia previa acumulada y buscan siempre minimizar los riesgos para la salud de todos (incluida aquí la salud de la madre gestante), incluso aunque esta solución les exija mayor dedicación y carga de trabajo.

Por tanto, respetémosles y dejémosles actuar. Sirva esta carta para concienciar de las posibles consecuencias de rechazar los consejos de quienes desinteresadamente velan por nuestra salud.

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