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El salmón astur: el antes y el después del fregadero

22 de Mayo del 2019 - Amancio Menendez Alvarez-Borbolla

Escuchaba atónito, en plena campaña electoral, claro está, a uno de los candidatos (o candidatas) a la Presidencia de nuestro Principado, contestar a la pregunta de un valiente periodista sobre nuestro maltrecho salmón astur; tras miradas a izquierda o derecha, buscando sus desaparecidos asesores electorales, a ver si le indicaban "que decir", se le ocurrió decir que ..... "hay que matar más y mejor", resumidamente.

Otros candidatos y candidatas no se han visto en esta disyuntiva. Nadie les preguntó sobre un asunto tan peliagudo. Casi es de agradecer, pues mi intuición me dice que posiblemente alguno de ellos no sabría nada sobre el problema ni sobre su situación actual, incluso dudo sobre sin sabrán si el salmón es un pez de mar, de río, o de lago... Casi seguro.

Estos días parece que se está pescando algún salmón, por las noticias que se leen en la prensa. Es una tradición astur poner el nombre del hábil pescador (si él lo autoriza, si no me lo cambias por "un deportista"), el peso y la zona, coto, pozo o zona libre, junto al arte de pesca utilizado. Acompaña a la breve noticia-recuento-diario una pequeña introducción del redactor encargado de tal fin, que en ocasiones hace que me levante la sonrisa, aunque solo sea de un lado. Cuanto desconocimiento se pone de manifiesto en cinco líneas, en muchas ocasiones. Gracias a las redes sociales, ahora no faltan fotos diversas con el pez, el compañero, la cuadrilla, el cesto de mimbre, el maletero, una señora que pasaba por allí, el precinto, e incluso el video del afortunado lance, de la sacadera, el garrotazo, los abrazos y felicitaciones de los compañeros, algún taco o expresión cariñoso-astur (¡yes el puto amo!), etc...

Y una vez terminado todo ese júbilo, postureo y protocolo de la legalidad "pesquil", uno se va con el salmón a su casa y llega ... el fregadero. Y con él, la segunda parte de la historia del salmón: el destino del pescado.

En ese momento de soledad, en el fregadero, normalmente cansado y trasnochado, donde tu mujer te mira desde el quicio de la puerta de la cocina tras fregarla después de la cena, tienes que enfrentarte a los 5 kilos de pez. Empecemos con las escamas, con la imposible misión de que los azulejos y el techo se libren de su adherencia. Ardua misión. Tras cortar las duras aletas del pez, continuemos la operación introduciendo un afilado cuchillo por el orificio del desove, seccionando longitudinalmente hasta la base de las branquias. A la vista de todo ese "triperío", y de uno o varios puñados, se extrae y se introduce en la basura. Ahí se van miles de huevos, una valiosa carga genética por la que tan soberbio animal remontaba nuestros ríos, para dejar su legado, descendencia y el futuro de nuestro deporte: en una bolsa de basura; triste final para el fruto de una de las hazañas más maravillosa de nuestra naturaleza: El desove del salmón.

Y voy a hacer un inciso: para una mente tan obtusa como la mía, es difícil comprender como personas que dedican tanto tiempo, esfuerzos e incluso medios económicos personales en un centro ictiogénico, con lo afortunados que son por colaborar en el desove artificial con sus propias manos, extrayendo las huevas de las hembras, inseminando con los machos, cuidando como el mayor tesoro esas huevas, alevines, noche y día, cuando llega su momento, su captura, su trofeo, toman la decisión de ... garrotazo, fregadero y las huevas a la bolsa de basura. Claro está, amparado por la legalidad. Es como si un activista de Greenpeace, inmerso en una campaña de "salvemos a la ballenas", saliera "el finde" a arponear alguna por ahí, por deporte. Pura hipocresía, dice mi obtusa mente. ¿O será puro "postureo"? ¿O lo que se trata es de plantar patatas para comer patatas gratis? Me cuesta mucho entenderlo. Muchísimo.

Volvamos al fregadero. Limpio el pescado, no se abren demasiadas opciones: lo comemos en primera persona y familia, o preparamos una cena "de amigotes" en el bar del amigo. En el primero de los casos, congelaremos gran parte para degustarlo otros días, hay mucho "pescao". En el segundo, preparado el pescado con unas patatas y acompañado de buenos caldos, se continuará el postureo "pesquil", reforzaremos nuestro ego de hábil pescador, recordando entre amigos pescadores los momentos de tan esplendida varada, tan sufrida pelea, en calidad de protagonista de tan cordial cena, palmadas en la espalda, poco sinceras y cargadas de envidias, en una larga sobremesa de cubalibres, intercambio de moscas, fotos, cucharillas, etc. y por supuesto, una larga tertulia sobre los problemas del salmón en Asturias. O sea, una apoteosis de hipocresía.

Yo he comido salmón pescado en Asturias muchas veces. Mi padre era un hábil pescador, y que según recuerdo, se jactaba de haber pescado en toda su vida más de una tonelada de salmón (si, si, más de 1.000 kilos). Hasta que un día me enseñó y sumamos, las guías que conservaba debidamente archivadas. Efectivamente, más de una tonelada de salmón. Eran otros tiempos y se pensaba de otra forma.

Una raja de salmón salvaje astur, pescado en el río Narcea, Sella, Cares, o cualquier otro río asturiano, no tiene diferencia cualitativa con otra comprada en un supermercado. Es más, bajo mi punto de vista, es muy inferior. Y desde luego, no tiene ningún control sanitario-alimenticio que pueda compararse con la del "super". Lo pescas, lo precintas y te lo comes, sin más. Asume ese riesgo, porque no hay a quién reclamar. Todos sabemos que un salmón que lleva cuatro meses en el río, se ha dejado los "ácidos grasos poliinsaturados de cadena larga omega-3" en Pravia, Panes o Cangas de Onis hace dos meses, y su carne es "un insípido corcho". Esa es una realidad que todos conocemos, es un salmón "roxio" y viejo.

Tal vez debemos justificar a esos pescadores de antaño, en otras épocas de hambruna y necesidad, donde el río era un recurso natural para alimentar a una familia, e incluso vivir de los frutos que este daba, vendiendo las capturas y obteniendo un sustento económico. Pero los tiempos han cambiado, mucho y muy rápidamente. Hace nada fumábamos en los hospitales, autobuses, aviones, bebíamos unas copas y cogíamos el coche, nadie sabía lo que era reciclar, etc. Cosas que hoy, se ven como una aberración. Hoy nadie necesita pescar un salmón por hambre. Se pesca por deporte, por hobbie.

Hoy, nuestro salmón astur está gravemente herido, y a mi pesar, yo opino que herido de muerte. Y en gran medida, por un motivo: la inacción. La de nuestros dirigentes y "dirigentas" políticos, que durante décadas han demostrado que no tiene capacidad ni conocimientos para gestionar este valioso recurso, véanse los resultados; que podía ser el agente más dinamizador de la maltrecha economía asturiana y de su medio rural-ribereño. No hay valentía para coger el toro por los cuernos, como se ha hecho en otras comunidades autónomas, con excelentes y probados resultados. Solo se piensa en recaudación, de licencias y cotos; ¿todo vendido?: pues ni tocarlo, Pin.

Como aficionados a este deporte, que en la mayoría es pasión, poco o nada podemos hacer contra la infinidad de problemas que sufre nuestro salmón: las capturas comerciales en el mar, los cormoranes que tanto perjudican a los alevines, el estiaje que sufren los ríos, los desembalses, los purines y resto de contaminantes, el calentamiento de los caudales, etc... Sin embargo, sí hay algo que, individualmente como pescador y deportista que disfruta de este magnífico pez, podemos hacer: no matarlo. Tratarlo con conocimiento, minimizando el tiempo de "postureo" y devolviéndolo a las aguas en el mejor estado posible, para que cumpla su ciclo biológico, que no es otro que dejarnos su legado. Nada más y nada menos.

Tarde o temprano, con o sin el apoyo de la Administración, tendremos que concienciarnos. Es nuestra última oportunidad. Es la última oportunidad de nuestro salmón astur.

Por una pesca sin muerte.

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