Apartheid educativo
Como está siendo tan actual la educación, quiero dejar, como persona con experiencia en ella, dos ideas muy claras para quien las quiera entender.
1.ª La orientación escolar en Primaria es deficiente, como profesora que ha dado clase durante nueve cursos seguidos a alumnos de 1.º de la ESO, detecto grandes carencias en los informes que vienen de Primaria de alumnos con necesidades especiales, ya sean de tipo cognitivo o de tipo social o familar. No es de recibo que lleguen alumnos con 12 años que no comprendan un texto de cuatro líneas o que no sepan mover por el espacio de una hoja buscando información y que no traigan informe alguno de sus carencias. O bien niños y niñas que no hablan, que no se comunican, o que se autolesionan, o que son fuertemente agresivos con los demás. Estamos dejando pasar problemas que merecerían un tratamiento más personalizado. Cuando nos llegan a ESO estos alumnos, y vemos su nulo avance, intentamos investigar qué pasó en Primaria, y nos encontramos con falta de informes, hay una casi total incomunicación entre los colegios y los institutos, salvo casos muy concretos. En la mayor parte de los casos pasan varios meses hasta que se nos informa extraoficialmente de que tuvieron una mala evolución en Primaria pero se les fue aprobando no sé por qué ideas. ¿Acaso fue por «compasión»? ¿Aquello de «pobrecito, que no sea diferente a los demás»? Eso es hacerle un flaco favor, ya que este niño o niña sí son diferentes. Requieren un tratamiento especial que no se les está dando. Estamos hablando del desarrollo de una persona en los años más clave para ello. Creo que no estamos haciéndolo bien.
2.ª No sé por qué nueva idea están proliferando por los institutos unos lugares llamados «aulas de convivencia». Para mí este año ha sido el primero que las he encontrado, tras 21 años de profesión. Se trata de un lugar donde llevar a aquellos alumnos a quienes el profesor/a no aguanta más en clase, tras repetidos avisos. En esas «aulas» hay un profesor/a de guardia que recibe un papel de ese alumno o alumna donde consta la causa del envío y las tareas que debe hacer. Bien, pues a mi modo de ver no funciona. Los alumnos con problemas que no se aguantan ni a sí mismos provocan la expulsión y van al aula de convivencia a no hacer nada, ya que el profesor/a de guardia no tiene autoridad moral sobre él o ella ya que no lo conoce. Aunque hagan algo, cediendo a veces a la autoridad impuesta del profesor/a de turno, no creo que sea muy aprovechable, ya que lo que deben hacer estos alumnos es aprender a estar en el aula y aprovechar las explicaciones de su profesor/a. Generalmente estas aulas sirven de «cuarto de los ratones» más o menos encubierto, donde repetidamente están los mismos alumnos, segregados de los demás, lo cual no me parece tampoco muy justo. Muy probablemente son alumnos cuyas familias no responden bien ante las repetidas expulsiones y castigos, y cuya conducta no se modifica ni en casa ni en la escuela, ya que los castigos no se acompañan de otro tipo de terapias, ni psicólogos, ni educativas. He tenido miles de alumnos, de los cuales unos cuantos eran «personitas en evolución negativa». A veces muy negativa. Poco a poco, la mayoría de ellos han aprendido a estar en el aula y a aprovechar mal que bien las explicaciones y mantener una convivencia con sus compañeros. Es cierto que algunos no lo han logrado y que han abandonado los estudios sin conseguir nada. Pero hasta ahora, y curiosamente dentro de un régimen democrático, no había tenido que participar en este «apartheid» encubierto en el que segregamos a aquellos con los que nuestro sistema –en realidad la sociedad entera– ha fracasado. He estado en varios institutos donde las cosas se hacen muy bien y me apena ver cómo se recurre a medidas antediluvianas en el inicio del siglo XXI. Si no tenemos dinero para educación, optimicemos los recursos, pero ya es hora de avanzar en la orientación escolar, en el trato con las familias y en un tratamiento serio e integral para los alumnos con problemas.
Ana Isabel Barajas Ocaña
Oviedo
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