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Nada te espante: la película

7 de Junio del 2019 - Luis Roda

Susana Pérez-Alonso es una fuerza de la naturaleza. Es sabido que, cuando esas fuerzas se desencadenan y traducen en violentas erupciones volcánicas, tornados y tempestades, resultan fascinantes…, pero solo si lo vemos en el receptor de TV de casa y sentados en el sofá, pues nuestra opinión cambiaría radicalmente si tuviéramos que estar en el lugar exacto donde esos fenómenos tienen lugar.

Ser amigo de Susana es un privilegio pero, al mismo tiempo, no deja de ser un lío, ya que en pocos minutos puedes pasar de querer darle un fraternal abrazo de apoyo a desear asesinarla, y eso, curiosamente -o no tan curiosamente- es lo que sucede en diferentes momentos de la narración a varios de los personajes de su última novela, “Nada te espante”, cuyas vidas están entrelazadas con la trayectoria vital de Catalina Béjar del Prado. Una novela en la que prácticamente todos los nombres relevantes son de mujer y en la que la vida aparece tal y como es: una sucesión de escenas, historias y conflictos de los que, mejor o peor, vamos saliendo, hasta que un día llega la Parca. Aunque retrospectivamente seamos capaces de elaborar un relato coherente de la sucesión de etapas que, desde la infancia, nos han llevado a ser lo que somos ahora, es necesario reconocer que la vida no es una línea diáfana y recta.

Catalina Béjar del Prado no deja de ser la misma persona que protagonizó la exitosa “Nada te turbe”, pero sucede que han pasado los años, la salud empieza a experimentar las inevitables “goteras de la edad” y, encima, ha habido una crisis económica que, en mayor o menor medida, nos ha afectado a todos, y también a Catalina, sus amigas y familiares -quizás con la excepción de su madre, la Sra. del Prado, que parece estar siempre por encima del bien y el mal-. Fiel a sus principios, Catalina sigue siendo peleona, un poco prepotente y se enzarza con todo y con todos, en una actitud en la que el lector no siempre alcanza a distinguir si en ella prima el sentimiento de dignidad o de cabezonería, y por eso se acaba metiendo continuamente en líos de los que a veces sale trasquilada, pero siempre con la inequívoca voluntad de seguir a flote y de que la idiotez dominante y la opresión de lo políticamente correcto no se atrevan a tomarle la delantera.

Cada vez que leo una novela de Susana tengo la sensación de que en ella está el germen de una película. Me sucedió, sobre todo, con “Melania Jacoby”, en la que hay momentos impresionantes, como la muerte planificada de los asesinos de sus familiares y el embalsamamiento de las víctimas en medio de un antiguo ritual funerario, todo lo cual podría resultar sobrecogedor en la gran pantalla. “Melania Jacoby” tiene su propia leyenda, pues no se trata de un libro amable: es duro y plagado de aristas, pero además dio lugar a que Susana formulara una denuncia por plagio, de cuya presentación y resultado rindió detallada cuenta la prensa en su momento. En “Melania” había un abundante y espléndido material cinematográfico, pero siendo una novela completamente distinta de ella, en “Nada te espante” sucede lo mismo. Imagino lo que podría hacer un buen guionista con la materia prima que Susana le facilita, si se inspira al cincuenta por ciento en la línea de “El diario de Bridget Jones” y el otro cincuenta en “El diablo viste de Prada”, pues Catalina Béjar no es la ingenua Bridget, si bien su aparente perversidad, que utiliza a ratos y siempre con buen fin, tampoco permite encuadrarla en el Olimpo de las “malas, pero que muy malas” de Hollywood.

Aunque no sé si Susana compartirá mi opinión, ella misma, que cultiva en su vida particular una imagen a mitad de camino entre un Robin Hood de provincias y una Agustina de Aragón dispuesta a zurrar la badana a los franceses (el problema es que, a veces, Susana ve demasiados franceses en su entorno, y yo no me atrevo a decir que no los haya), pese a su voz de bajo ruso de ópera que contrasta escandalosamente con esos restos de niñez rubia que todavía retiene en la cara, si tiene que burlarse de todo -incluso de sí misma-, lo hace de maravilla, como cuando recientemente presentó “Nada te espante” en Libroviedo y nos hizo reír a carcajadas sacando de aquel bolso, que seguramente pidió prestado a Mary Poppins, un plumero de fibras, una estilográfica y sabe Dios cuántas cosas más, porque perdí la cuenta mientras me secaba las lágrimas en medio de aquel magnífico show que Susana planificó y representó como nadie podría hacerlo mejor. En “Nada te espante” hay escenas de pequeñas venganzas, que no compensan el haber perdido un juicio con la obligación de pagar las costas, pero permiten a Catalina fastidiar un poco a quien la ha fastidiado mucho; hay líos que comienzan a generarse por una cuestión nimia, como puede ser una obra de caridad iniciada mediante el lanzamiento de dinero por la ventana y que acaban en un considerable conflicto a nivel municipal y, sobre todo, situaciones intencionadamente ridículas en las que Catalina -que es como Dios, pues está en todas partes y lo dirige y condiciona todo- se acaba involucrando en una conspiración erótico-carnal con el fin nada ingenuo de captar como sea a un grupo de prebostes y adinerados africanos para que encomienden al languideciente despacho de abogados que la protagonista regenta la gestión de sus asuntos, para ver si así consigue, de una maldita vez, salir a flote económicamente. Hay en “Nada te espante” una película para reír a carcajadas, pero también con la boca pequeña, porque la ironía y el trasfondo que, en ocasiones, se percibe, es de esos que dejan un poso amargo. Solo hace falta un guionista cinematográfico que pula y talle estos diamantes en bruto que ofrece Susana Pérez-Alonso para convertirlos en brillantes. ¡Que alguien se anime, por favor!

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