La Nueva España » Cartas de los lectores » Sanzo, la aldea encontrada

Sanzo, la aldea encontrada

14 de Junio del 2019 - David Prado Fernández-Villarmarzo (GIJON)

Me nacieron en Sanzo, pequeña aldea del occidente asturiano perteneciente al concejo de Pesoz, hace ya más de 65 años. Mi madre, Jesusa, también nació en esa aldea y conoció a mi padre, Olegario, cuando llegó procedente de Vilanova de Arousa (Galicia) para trabajar en el salto de Salime, junto a otros cientos de trabajadores.

Evidentemente no me acuerdo de ello pero mi madre me dice que abandonamos Sanzo cuando yo tenía 1 año. Se acabaron las obras del pantano de Salime y la familia (padres y dos niños) se trasladó a otra población donde mi padre comenzaba un nuevo trabajo.

Siendo niño volvimos a Sanzo alguna vez por Navidades. Recuerdo que el viaje en Alsa desde Avilés duraba casi un día por aquel tiempo y llegamos muy mareados. En Pesoz tomábamos un taxi para ir a Sanzo. Bajaba a recibirnos y ayudarnos mi tío Suso con el caballo. Tengo la imagen de mirar atrás desde el taxi y ver al tío Suso siguiéndonos cabalgando por la misma carretera con linterna en mano para ver en la noche.

La visita que no olvido fue un verano que pasé en Sanzo, sin mis padres ni mi hermano, cuando tenía 11 años (creo). Mis primas Isabel y Leni eran mis compañeras de juego. Conviví con mis abuelos, Rogelio y Anastasia, mi madrina Elena y su marido, mi tío Amador.

Mi madrina era la que me vigilaba en corto y tenía motivos. En una anterior visita, siendo más niño, me subí al tejado de la casa trepando por la leña apilada sobre la pared y, como salía humo de la chimenea, se estaba cociendo pan, quise asomarme para verlo más cerca. Alguien me agarró por detrás y me retiró de allí justo en el momento que se atizaba el horno, era mi madrina. Se me quemó algo el pelo pero podía haberme quemado cara y cabeza. Gracias, madrina. En otra ocasión, frente a una huerta que había delante de la casa, pretendía torear a una cabra. La cabra coceaba primero hacia atrás y luego arrancaba hacia mí con malas intenciones. La toreé varias veces saltando de un lado a otro, pero ya estaba algo cansado y menos mal que llegó mi madrina para hacerme el quite. Lo del toreo me venía de los tres años que vivimos en Almodóvar del Río (Córdoba), donde la afición taurina era algo innato.

Mi abuelo y mi tío Amador me enseñaron muchas tareas propias de una casa labriega con ganado. Aprendí a "mal montar" a caballo, a pelo, con albarda o con silla. Llevaba al caballo a pastear a un prado y más tarde lo recogía para llevarlo a la corte pasando antes por la fuente. En una ocasión cabalgaba a pelo casi encima de la cabeza, agarrado débilmente a sus crines, cuando el caballo bajó la cabeza para beber en la pila y allá me fui cabeza abajo a darme un baño en la fuente. Le ponía y quitaba las bridas y manejaba las riendas aunque algo toscamente. Aprendí un poco por encima a ponerle la albarda o la silla de montar y a preparar los arreos para arar o para engancharle a un carro. Me faltaba maña y fuerza para xuncir un par de bueyes al carro del país pero lo intentaba. Oyendo el chirriar de estos carros recordaba la canción "por que no engraso los ejes".

Un domingo mi abuelo me mandó ponerle la silla al caballo y nos llegamos hasta Grandas. A la vuelta el abuelo bajó andando, charlando con vecinos, y me dejó solo para que cabalgase cual jinete pálido en ristre por la carretera. Quise arrear un poco al caballo, pensando que ya era un consumado vaquero y no me caí al suelo, por un fuerte dolor en la espalda, de puro milagro.

Traía las vacas para la corte desde Ranchochico, después de que hubiesen estado pastando todo el dia, y no se por qué se me ocurrió azuzarlas con la vara para que trotasen. Mi madrina me vio y fue en mi busca para medirme bien con la vara y explicarme el por qué no se debía hacer correr a las vacas.

Me gustaban las castañas cocidas con leche, como los cachelos, el pan de hogaza o los rosoes en tiempo de matanza. Tuve oportunidad de ir a plantar y sacar patacas pero me cansaba muy pronto. También fui a vendimiar cerca de Pesoz y con mi abuelo pisé uvas en la bodega que teníamos. Para probar el vino era muy joven.

Podría seguir escribiendo sobre Sanzo, mi aldea, largo y tendido, pero lo dejaré para otra ocasión. Hace unos días estuve de visita en Sanzo y he querido plasmar en este artículo algunos de los recuerdo que me llegaron. No voy a Sanzo con la frecuencia que me gustaría, tal vez por vagancia y comodidad, pero me siento muy orgulloso de ser un Basilio y no olvidaré nunca mi querida aldea.

Cartas

Número de cartas: 48997

Número de cartas en Diciembre: 120

Tribunas

Número de tribunas: 2175

Número de tribunas en Diciembre: 3

Condiciones
Enviar carta por internet

Debe rellenar todos los datos obligatorios solicitados en el formulario. Las cartas deberán tener una extensión equivalente a un folio a doble espacio y podrán ser publicadas tanto en la edición impresa como en la digital.

» Formulario de envío.

Enviar carta por correo convencional

Las cartas a esta sección deberán remitirse mecanografiadas, con una extensión aconsejada de un folio a doble espacio y acompañadas de nombre y apellidos, dirección, fotocopia del DNI y número de teléfono de la persona o personas que la firman a la siguiente dirección:

Calvo Sotelo, 7, 33007 Oviedo
Buscador