El peor de los insoportables
Humpty Dumpty es Cabeza Huevo, a quien C.L. Dodgson -por pseudónimo, Lewis Carroll- describe como "pelele", de vulgar "risotada", "solemne y fatuo", inclinado a humillar a su interlocutor, en este caso, Alicia. Son rasgos de personalidad presentes en quien ha sido humillado y despreciado en su infancia. Por esta sombría infancia, por esta niñez que le ha sido arrebatada, desprecia todo y a todos: "¡Hay gente que no tiene más sentido que una criatura!", espeta Humpty a la niña, sin ocultar el desdén. Su altivez -clamor del resentimiento-, presente también en "Ricardo III", pone al descubierto el alma profundamente dolida, de quien no ha sido amado y de quien siente rabia por haberle sido arrebatada la infancia. También, su presunción social ("he hablado -dice Hmpty- con un Rey"), prueba la baja estima de sí mimo que se profesa inconscientemente, así como el desprecio y humillación interiorizados.
Humpty Dumpty, Cabeza Huevo, es un personaje social bien traído por el cuentista. Es un fenómeno social bastante extendido. A Charles Lutwidge Dodgson, en su período de profesor de matemáticas en Christ Church, debió perseguirle la sombra siniestra de Humpty, como Freddy Krueger persigue a los adolescentes en "Pesadilla en Elm Street". Es muy probable que Dodgson viera perturbada su vida con la presencia de algún molesto Cabeza Huevo. Cuando "las dosis cotidianas de tribulaciones, temores, frustraciones, penas y adversidades", urgen ser atendidas, es, en ese preciso momento, cuando entra en la vida de su víctima, como traído de la confabulación diabólica destino-fatalidad-maldición; cuando la víctima se halla más afanada, Cabeza Huevo le hace cargar con una "dosis extra de tribulaciones".
Quien agrava la vida de la víctima, con esta carga de pesares añadidos, es un hombrecillo simple, "¡la mismísima imagen de un huevo!", de corta inteligencia, bien por carencia natural bien por falta de entrenamiento de la misma. La vacuidad intelectual de Cabeza Huevo se pone de manifiesto en la incapacidad para mantener algo que se pueda "parecer a una conversación". Él es quien, autoritario por petulante, determina cómo "la conversación debe discurrir"; él es quien decide qué asunto tratar. El drama de la víctima no acaba ahí. La estulticia de Cabeza Huevo se hace agotadora para su víctima, quien debe hacer un generoso desgaste psicológico para, así, evitar "un ataque irremediable de indignación" en su interlocutor; desgaste psicológico que lo es también para delimitar el objeto de la conversación y definir los términos de la misma.
Docto en nada y petulante en todo, Cabeza Huevo es capaz -presume- de "explicar el significado de cuantos poemas se hayan escrito y también el de otros muchos que aún no se han inventado". Cuando, por las circunstancias, Cabeza Huevo se ve investido de autoridad laboral o de otra índole, y si es el caso que el asunto no sigue el cauce que él espera, entonces, es cuando él zanja la cuestión "con tono de voz desdeñoso" e impone su particular y personal lógica: "cuando usa una palabra quiere decir lo que él quiere que diga". Si, por casualidad, su víctima le advierte del error incurrido, Cabeza Huevo "elevará la voz hasta aullar". Es, pues, comprensible que, al concluir cada jornada académica en compañía de Cabeza Huevo, Dodgson se diga a sí mismo: "¡De todos los insoportables que he conocido, éste es desde luego el peor!"
Ana Raquel López Arango (Psicólogo y Logopeda).
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