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Ecologismo de materia oscura.

7 de Abril del 2010 - Carlos Muñiz Cueto (Gijón)

La materia oscura nos atrapa y nos impide ver la luz. La línea eléctrica entre Lada y Velilla, según dicen, es necesaria, pues: sic. «La apuesta por reducir las emisiones de CO2 a la atmósfera nos obliga a sacrificar un paisaje en términos de impacto visual, y es cierto que las líneas de alta tensión generan más rechazo» (Hugo Morán Secretario Gral. del Medio Ambiente del PSOE).

Parece ser que la apuesta por reducir las emisiones de CO2 no pasa, en este caso, por impedirlas dejando de quemar carbón en las centrales térmicas (con un rendimiento tan bajo como del 35%) para la posterior transformación de su energía en electricidad. Electricidad que luego debemos exportar fuera de Asturias a través de líneas de alta tensión como la de Lada-Velilla. HUNOSA, y su rendimiento extractivo subvencionado, debe proveer de dicho carbón y se hace depositaria de todo el carbón de producción nacional. Y, como pretendemos quemar mucho, el Gran-Musel se hace imprescindible para proveer de carbón extranjero (y vaya usted a saber de qué explotaciones mineras, y con qué prodigiosos sistemas de productividad, o con qué mineros se extrajo, pero siempre al fin de cuentas, un carbón más barato). Claro que todo este tinglado se vendría abajo sin la línea de Lada a Velilla. Como encima ha aparecido Kyoto, son necesarios además parques eólicos terrestres y marinos para compensar nuestras emisiones térmicas de CO2. Y esos molinos tienen mucho más impacto visual con sus espasmódicos brazos. Estamos sacrificando así nuestro paisaje de Paraíso Natural: marca publicitaria de la misión y de la visión del progreso en los ochenta, para unos cilúrnigos asturianos incapaces de conservar sus astilleros entre playa y playa. Afortunadamente, se necesitan estructuras de acero para dichos parques eólicos (para bien de Mittal y de sus clientes más próximos). A estas alturas, el entendimiento se ha convertido en materia más oscura que el carbón, y ya no nos deja ver la luz.

Es esa materia oscura del carbón como una gran nube negra que nos impide ver la oportunidad de ponernos a la labor de lograr un universo inteligente; como lo propondría sir Fred Hoyle. Cualquier visión de ese universo (tan estudiado en el CERN) nos llevará a la conclusión de que nuestra misión será la vuelta a las estrellas. Una vuelta quizás más ética y espiritual que física. Pero aún, así y todo, la energía será necesaria para trascender continuando la progresión de la energía que nos lleva desde los esclavos y animales, al carbón y al acero, al vapor y a la electricidad, a las máquinas automatizadas y a los robots... Y, si bien la energía solar fosilizada se extingue, la energía solar que se nos irradia (aunque enorme) también tiene límites. ¿Cuál deberá ser nuestro objetivo?: pues emular al sol con nuestra ciencia y tecnología.

Fue el mismo Fred Hoyle quien nos ilustró en los setenta: [ ¿Energía o extinción?: en defensa de la energía nuclear]. Nos informaba entonces de que la Humanidad no tenía muchas salidas si quería seguir progresando (a pesar de los autodenominados progresistas). Ya que detrás de esas banderas «ambientalistas» y «progresistas» se escondía a menudo la agitación del rencor partidista nada progresista, y todos estos hechos son claramente identificables. Díganme: ¿Por qué James Lovelock padre del ecologismo y Patrick Moorey fundador de Greenpeace, se decantan hoy en día por la energía nuclear como solución al problema de la energía y en prevención del cambio climático producido por el CO2? Pues porque antes que ser ecologistas, son científicos; y la ciencia ha de ser falsable, pero nada falsa e interesada. Ya en los años setenta los canadienses utilizaban un tipo de reactor cerrado de proceso lento, mucho más seguro y que a día de hoy lo es aún más. ¿La diferencia? Pues que los otros reactores son utilizados para generar materia nuclear con la que construir bombas atómicas. Es esto precisamente lo que hace aparecer intereses políticos y opiniones radicalizadas contra la energía nuclear. Sin embargo, en el caso de Irán, apenas se oyen voces de crítica, quizás en pro de una Alianza de Civilizaciones cuando, precisamente, se trata de una civilización que lapida y azota a sus mujeres por amar o, simplemente, por tomar una cerveza; y, a los homosexuales, los ahorca con la sofisticada técnica de potentes grúas oleohidráulicas. Una civilización cuyo objetivo es construir y poseer bombas nucleares porque, en su terrorífico rencor sectario, con tal de hacer desaparecer al otro, no les importa pagar las consecuencias.

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