Un personaje controvertido y contradictorio
El señor Francisco Marhuenda es una especie de vale para todo, si hacemos caso a cómo se vende personalmente es: doctor en Derecho y casi otro tanto en Economía, asesor político, profesor universitario (no sé cuándo da clases, a todas horas está en las televisiones y radios de España, además de dirigir un periódico a su medida), cacho de politólogo, periodista entero con licenciatura, y no sé cuántas cualidades más, entre ellas expolítico del PP. Tiene amigos a trompón, según él mismo repite insistentemente, todas personas destacadas, ¡oye, ni un solo amigo que sea del montón!, como queriendo añadir magnitud a su persona con amistades potentes. Todo un polifacético sin miramiento.
Es una persona a veces campechana, otras inaguantable y la mayoría se convierte en un tipo con mente de chiquillo que se enfurruña por poco y se contenta con menos. Lo cual le da un perfil de personaje creído más que creíble y escuchado más que escuchable. Es curioso, tengo con él una especie de tranquila armonía intelectual, es tímido y extrovertido en la misma medida, se ve claramente que es menos de lo que él mismo nos quiere vender, aunque va cogiendo empaque a medida que pasa el tiempo. Marhuenda padece titulitis crónica; para él, es suficiente presentar títulos para considerar a una persona apta para todo. Será por la consistencia que deja su Universidad repartiendo y regalando títulos a los influyentes y políticos de esta sociedad. Cuánto oscurantismo y dudas existen en cuanto a los títulos de muchos individuos, hijos de papás e influyentes amiguetes que en privadas, y ahora sabemos que en públicas también, se regalaban títulos y convalidaban asignaturas a tropel, sin que ello indique poner sospecha generalizada sobre todas por igual. Los casos sacados a luz de políticos del PP debería explicaciones públicas convincentes por parte de esas universidades, además de seguir la justicia su ritmo cansino y aclaratorio.
Se fue creando a sí mismo, un tertuliano empedernido, capaz de sacar de sus casillas a propios y extraños, para pasar en minutos a sentirle persona cariñosamente mimosona. Tiene una gracia escondida y engañosa; cuando quiere ser gracioso, se convierte en un insulso chistosillo.
A su PP y a su Rajoy que no le toquen, esa parte es la que me hace decir de él que es poco creíble en general; cuando lleva preparado el guion, es duro de pelar, pero, cuando va despistado, cuidado con él, pretenderá demostrar a toda costa que está. Ya que defender a este partido en esas fechas de corrupción generalizada es para hacérselo mirar. A veces respeta al contrario, otras lo despelleja sin miramientos. No es como alguno de sus compañeros de pupitre, Inda, o la Claver, pero se llevan bien, se unen en miradas y apoyos incondicionales cuando se ven aplastados por la tremenda realidad de sus contradictorios argumentos.
Es defensor incondicional del poder, del banquero, empresario, del reino y del gobierno si es del PP. Suele repetir sin miramientos, sin sonrojarse, que los políticos en España, y en especial el presidente del gobierno, ganan muy poco. No le ves defender del mismo modo a trabajadores, pensionistas o dependientes, solo tiene mirada tierna para los de arriba. Cuando se hacen propuestas para mejorar la clase media baja, siempre responde: “¿De dónde se va sacar?”.
El señor Francisco Marhuenda en el fondo me cae bien; si bien es cierto que nuestros políticos ganan menos que sus colegas europeos, no tiene en cuenta de dónde saldrán esos sueldos y prebendas, de una sociedad empobrecida por ellos mismos, por sus ineptitudes, no puede pedirles ganar más, es más, debieran ganar menos. Ahora les vemos celebrar la recogida de varas y sillones de poder como si le hubiera tocado la lotería, llevan meses para ponerse de acuerdo en investiduras, cobrando igualmente mientras tanto, y usted pide que ganen más. Luego sale el “periodista Carlitos el de la trece” copia exacta de usted mismo, reforzando su teoría, añadiendo que no llegarán a la política abogados y economistas que ganan mucho más en sus bufetes empresariales. No sé qué pasa don Carlitos, pero resulta que sí, están abogados y economistas a montones haciendo de políticos más bien vulgares. ¿Explíqueme?
Como en todo en la vida, el buen profesional jamás ganará mucho, ya sea cirujano, político, periodista, tertuliano o soldador. Pero resulta que estamos en un país de crisis perpetua, y no pueden unos pocos pretender vivir en una isla de suerte y reconocimiento ficticio en lo personal, rodeados de miseria por todos lados. Primero arregla la vida de los que te rodean, a los que te debes, luego ellos entenderán que tú mereces lo que tu cargo representa.
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