El viaje enriquece
Ya que nos encontramos en época de vacaciones reflexionemos sobre esta excepcional situación periódica anual para su disfrute. Alguien desconocido nos ha dejado escrito: “Viajar es la única cosa que pagas y te haces rico”. Y es que tiene muchas ventajas, entre otras revitaliza la mente. Y una recomendación muy importante es disponer de capacidad de observación. Cuando en las visitas se va acompañado de un guía, éste suele exhortar a los turistas: “dejen de ir mirando el mapa que portan, porque de esa manera pierden de ver muchas de las bellezas del lugar que se visita”, consejo que hemos escuchado en vivo y en directo en Roma. Viajar es también la manera de abrirte los ojos de la mente. En nuestra opinión, después de preservar la salud, la inversión más rentable es aquella destinada al placer de viajar, por lo que tiene de enriquecedora. Porque viajar es algo más que ir en busca del sol. Es cambiar de ilusiones, escenarios y despojarse de los prejuicios de que sólo en el propio país se puede vivir de la manera que uno está acostumbrado. Curiosamente viajar, además, es la manera más segura para descubrir si ciertas personas te agradan o no son de tu cuerda, por así decirlo.
Hemos de reconocer que la casa-hogar y el entorno habitual de nuestra cotidianidad producen monotonía, a veces casi imperceptible porque nos acostumbramos a convivir con ella, y segrega una carga de tedio interior. Es posible que la buena vida, para algunas personas, sea la vida regular y metódica, pero no deja de ser francamente muy limitada. Nunca debiéramos olvidar que la casa y la cama comen, produce mustiedad, lo que contribuye a languidecer y marchitar la vida. Claro que cuesta trabajo combatir la vida metódica, sacar los pies del propio hogar. Adquirir el hábito de viajar debe figurar en la lista de nuestras inquietudes, y en función de los recursos económicos de cada cual, olvidándonos de los riesgos e inconvenientes que pueda suscitarnos. Ni el idioma puede esgrimirse como excusa para cuando se proyecta un desplazamiento al extranjero; nadie, que se sepa, por desconocerlo ha dejado de regresar a su hogar. Cuando se pierde el respeto o miedo a viajar, a lo nuevo, a salirse de la monotonía, en corto, mediano o largo desplazamiento, pronto nos percataremos de que viajar ensancha las ideas, se vuelve uno más tolerante y ejerce el influjo enriquecedor sobre los protagonistas. En realidad, es un camino para reformarse.
Dicho todo lo cual, cabe añadir, que cuando se emprende un viaje, es como abrir las páginas de un nuevo libro en el que los viajeros son sus principales protagonistas, con todos sus riesgos, aventuras y no pocas ilusiones. Al cruzar de regreso el umbral del hogar, el libro se acaba, se cierra. Ya se sabe que un buen libro es aquel que se abre con interés y se cierra con provecho.
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