Hagamos Pascua

7 de Abril del 2010 - José Manuel Fueyo Méndez (Oviedo)

Recuerdo haber leído en algún manual de Hagiografía que en la antigüedad hubo un obispo al que en una ocasión le tocó visitar una parroquia en la que unos días antes había fallecido de hambre una persona. El bueno del obispo consideró que aquel día no debía celebrar misa en el pueblo en cuestión, para que sus gentes se dieran verdadera cuenta de lo escandaloso del suceso, para que tuvieran muy claro que no se debe separar la eucaristía de la vida, la fe de las obras. Algo parecido podríamos haber hecho en Oviedo estos días, considerando que el pasado 30 de marzo falleció en un portal de nuestra ciudad uno de tantos indomiciliados que vagan por nuestras calles. Si hiciésemos lo mismo que el mentado obispo, quizá se montase un cierto alboroto; pero su decisión no sólo no fue descabellada, sino que constituye un gesto profético y evangélico. Cuando muere en la calle un «sin techo», es fácil eludir responsabilidades arguyendo que el hombre podría haber dormido en el albergue como hacen casi todos sus colegas. De esa guisa razonaba precisamente hace pocas semanas una concejala avilesina, tras la muerte de otro indigente que falleció en la Villa del Adelantado en una de aquellas frías noches del pasado invierno. Pero el razonamiento de la concejala es falaz y carente de sensibilidad, porque el que es pobre suele serlo en casi todo, y quien sufre problemas psíquicos es explicable que rehúse ayudas; pero, aunque las rehúse, cabe prestárselas igualmente, aunque sea un poco a la fuerza. En fin, casos como los comentados ponen de manifiesto que nuestra sociedad necesita una buena pascua que nos libere de la insensibilidad, que tantas veces nos ciega y nos vuelve indiferentes ante mil y una desgracias que se dan a nuestro alrededor. Y, si analizas sector por sector, el parado dirá que urge una pascua laboral, para que el mercado tenga más en cuenta al trabajador, aunque genere menos beneficios para el capital. En el mundo sanitario, los cientos de profesionales que no se dejaron engullir por la cultura de la muerte estarán de acuerdo en decirte que hace falta otra buena pascua en ese mundo, suya y de todos, nacido obviamente para dar vida, pero con licencia actualmente para causar muerte. En el mundo de la enseñanza, muchos docentes, que se baten el cobre cada día, afirmarán que no menos urgente es la pascua que necesitan en su campo, para que tantas aulas dejen de ser junglas y para que tantos niños y jóvenes dejen de vivir alienados por naderías varias. Y, como en todas partes cuecen habas, habrá que reconocer que nuestra Iglesia necesita también una pascua, para librarse de esclavitudes varias, entre ellas la cacareada pederastia, poniendo a buen recaudo tanto a delincuentes como a encubridores. Y periodistas rigurosos, como el italiano Luigi Accattoli, conseguirán hacer posible la no menos necesaria pascua mediática ofreciendo datos contrastados, sin importarles que la realidad les estropee un titular sensacionalista. En medio de la maraña de información equívoca que les hizo creer a los más ingenuos que casi todos los curas éramos pederastas o que casi todos los pederastas eran curas, don Luigi estudió a fondo el problema en Alemania y puso las cosas en su sitio: de los miles de casos que se dieron en aquel país desde el año 1995, en realidad los pederastas eclesiásticos resultaron ser el 0,04 por ciento del total. Y no pretendo con ello minimizar el problema: un solo caso ya hubiera sido demasiado, pero la verdad es la que es y no la que pretendían algunos. Suponiendo que, centésima arriba, centésima abajo, la media alemana coincida con la mundial, cabe colegir que esta bendita profesión debe de ser una de las que menor porcentaje de pederastas tenga. Y, viendo la cosa más en positivo, hay que decir muy alto que por cada caso de eclesiástico pederasta, como por cada caso de albañil, periodista o ama de casa pederasta, hay cientos de eclesiásticos, albañiles, periodistas y amas de casa, creyentes y no creyentes, que cumplen con su labor lo mejor que saben y pueden, aquí y en la antípodas, en nuestro mundo desarrollado y en el mundo pobre. Unámonos todos y sigamos haciendo pascua, liberándonos de nuestras propias esclavitudes y ayudando a otros a liberarse de las suyas.

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