Una ordenanza de convivencia que ataca a los más desprotegidos
Es del todo indignante e increíble que en pleno siglo XXI, con una crisis como la que estamos atravesando en este país, y en concreto en Asturias, donde las colas del Inem son cada vez mayores, el Ayuntamiento de Oviedo pretenda imponernos una ordenanza municipal de convivencia con la que ataca a los más débiles, entre los que se encuentran los mendigos y la fauna autóctona, entre otros.
Esta ordenanza prohíbe, entre otras muchas cosas, la mendicidad y alimentar a los animales más desprotegidos, los animales de la calle, esos gatos que forman parte del entorno y sin los que seguramente tendremos que pasearnos entre las ratas, si se les extermina dejándolos morir de hambre, como pretende el Ayuntamiento, o se les encierra en albergues masificando éstos sin necesidad alguna.
Me sorprende y decepciona que un alcalde que siempre se ha presentado como amante de los animales y de las libertades pretenda ahora que los dejemos morir de hambre, o nos cuente el cuento de que los van a recoger.
Señor Alcalde, gatos ha habido toda la vida, forman parte del entorno y tienen derecho a ser alimentados y a disfrutar de libertad, que para eso son salvajes, lo que no quiere decir en absoluto peligrosos, sino todo lo contrario: son muy necesarios para que no nos llenemos de ratas. Los gatos hacen mucho menos daño que los venenos, que sí son peligrosos, tanto para las personas como para el medio ambiente, y para las palomas existen piensos esterilizantes.
Con una crisis como la que atravesamos, ¿no tiene el Ayuntamiento otra cosa que hacer que perseguir a unos pocos ciudadanos que lo único que hacen es ayudar a unos animales indefensos o a cuatro mendigos que no tienen qué llevarse a la boca? ¡Qué vergüenza!
Si quiere una ciudad limpia, matice que se penalizará a quienes dejen desperdicios, porque a mí todo esto me recuerda a aquel famoso poema que dice: «Primero se llevaron a los comunistas...», de Martin Niemöler. Ya podemos empezar a rezar cada vez que salga una ordenanza.
Sea justo, señor alcalde, y déjese de perseguir a la gente que tiene corazón o a los que viven precariamente.
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