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Sobre la evolución de los periódicos

25 de Junio del 2019 - José María Casielles Aguadé

Tanto por convicción profunda como por experiencia didáctica de más de diez lustros en taras académicas no me canso de insistir en la necesidad de claridad expositiva y en la importancia del método adecuado. Si algo está meridianamente claro es que no se puede relatar ni explicar lo que no se entiende por quien lo expone. No es menos evidente, que el método implica orden de actuación y aconseja siempre empezar por las bases. Así pues, digamos que un periódico es una publicación de aparición regular para difundir información, y que la información es el arte de revelar, comunicar y dar noticias. Anotemos también que la información puede y debe ser formativa, es decir, ha de ayudar, construir, educar y desarrollar todo lo que es positivo.

Consecuentemente, digamos que hay que aliviar urgentemente a los medios de comunicación social (MCS), y especialmente a las televisiones, de la indeseable, demoledora y desagradable epidemia de “morbo” que la inunda en casi todas las cadenas. Reflexionemos: “Lo que se publicita se promociona”. Y esto vale también para el abuso, la violencia, el acoso, las autolesiones y el suicidio. Desgraciadamente, sabemos que circula información engañosa y disolvente capaz de divulgar noticias falsas o tendenciosas, que me niego a llamar “fake news”, porque no necesitamos recurrir al inglés para ello.

La convergencia de objetivos en la formación e información honesta se traduce también en el hermanamiento de periodistas y profesores, porque ambos profesionales coincidimos en la trascendente misión de educar.

Del estudio de la “evolución” se ocupan con igual interés historiadores y científicos: los primeros, analizando los cambios acontecidos en el pasado de la humanidad, bajo enfoques descriptivos e interpretativos. Los científicos, entre los que me incluyo, buscando el conocimiento de las causas de los hechos y los cambios en la naturaleza, analizando principios e influencias. Unos y otros empleamos los términos de “evolución” y “revolución”, para distinguir respectivamente mutaciones adaptativas lentas y rápidas. Nuestras diferencias están en los objetivos: la humanidad y la tierra, así como en las medidas de tiempo.

La Paleontología nos enseña a distinguir entre evolución “ortogenética” (recta, justa, "correcta” y la “clinogenética” (inclinada, desviada o errónea). Estas diferencias fundamentales son aplicables también a la “información”; así, la información ortogenética es seria, correcta y fidedigna; la clinogenética es falsa, mentirosa, manipuladora y destructiva.

Y con estos antecedentes aclaratorios vamos directamente al objetivo fundamental de este trabajo: el diseño de un periódico nuevo, adaptado a los difíciles tiempos que vivimos. Distingamos, para ello, objetivos o funciones, agentes y procedimientos.

Las funciones de los medios de comunicación (MCS) son esencialmente las de informar, educar y entretener, a las que podrían añadirse las, también positivas, de orientar e interpretar, así como la negativa (pero no menos posible) de manipular. En cualquier caso, todas ellas muy importantes, porque condicionan la vida política y social de un país, lo que explica también por qué se ha llamado razonablemente a la prensa “el cuarto poder”. Los otros tres, como es sabido, son: el Legislativo (de los parlamentarios), el Ejecutivo (ejercido por el Gobierno) y el Judicial (que detentan los magistrados aplicando la ley).

Otros factores determinantes del diseño de un periódico son los componentes humanos que se interesan por él: lectores, periodistas (sin olvidarnos de los “periodistos”, que nos podrían llevar a los tribunales en defensa de sus derechos de igualdad de género), y los modestos colaboradores. Permítanme colocar a los lectores en primer lugar, porque ellos son el objetivo fundamental del periódico, y los destinatarios finales de la información, que se transmite por el proceso de “lectura”, tarea importante que profesores y periodistas tenemos la responsabilidad de enseñar, porque hay muchas formas cualitativas y cuantitativas de leer; desde la de hojear las páginas rápidamente, ojeando sólo (incluso sin “h”) los titulares, sin otra intención que recoger muy sucintas noticias del acontecer diario, a otra lectura más reposada y profunda, que se centra especialmente en gustos e intereses personales, sea por seguimiento leal a determinados firmantes, o sea por concretas materias o aficiones (yo paso olímpicamente, claro, de las páginas de deportes), y por último, hay una tercera forma de lectura, profunda, analítica e interpretativa, que requiere más preparada comprensión lectora, a la que los centros educativos (desde las escuelas a las universidades) debieran prestar más atención y dedicación, por la importancia que tiene en la formación de los valores cívicos.

Hasta aquí hemos recorrido aspectos esenciales de los periódicos, como instrumentos de información y formación, pero pueden citarse otros, de los que voy a resaltar la función de “entretener” a muchos lectores, como ancianos y niños: pasatiempos, chistes, buenas fotografías, gráficos y esquemas bien construidos, y magníficos relatos descriptivos geográficos y culinarios. Ninguno de estos recursos puede calificarse de menor valor o menos formativo. Así, los crucigramas ejercitan la memoria, son gimnasia mental anti-alzheimer, mejoran el vocabulario y estimulan las sinapsis neuronales. ¿Qué más puede pedirse?

Respecto a los periodistas, no precisan más elogios que los que ya merecen por su trascendental misión y asiduo trabajo. Los colaboradores nos movemos por el deseo de ayudar con desinterés, y en cierto modo de continuar una labor vocacional académica, de la que hemos sido jubilados, ciertamente “por imperativo legal”. Aún somos optimistas con la fuerza de la razón, y la importancia de la transmisión de ideas.

También este es buen momento para decir que la publicidad –de presunto interés económico– en el periódico no molesta, pero en radio y TV resulta ya insoportable y disuasoria para la atención del espectador, que acaba prescindiendo de estos medios, por saturación inaguantable, y acaba siendo útil para ir a lavar los dientes.

Creo que quedan claras las bases y procedimientos que han de inspirar la evolución de los periódicos. Las alternativas no van tanto, por la disyuntiva formalista entre “analógico” y “digital”; como por otras consideraciones y derroteros, que han de estar siempre orientados a los intereses del lector, cada día más preparado, inteligente y exigente, y a los de una sociedad verdaderamente democrática y madura, que deseamos para España.

José María Casielles Aguadé

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