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¿Es qué el Hospital de Jarrio no necesita cardiólogos?

7 de Abril del 2010 - María S. González (Lugo)

Hay estados que demuestran que pro debajo de un volumen de actividad determinado los errores terapéuticos en un proceso se multiplican... pero tal vez un cardiólogo del Hospital San Agustín de Avilés tenga menos fallos médicos al estar más entrenados y tener más actividad diaria.

Leo con asombro estas palabras del señor Ricardo de Dios, gerente del Hospital de Jarrio, en una entrevista publicada por este mismo periódico el viernes 26 de marzo. Me produce cierta sorpresa que se publiquen tantas entrevistas con el gerente de un hospital. No creo que haya otro en puesto similar que aparezca en la prensa con tanta frecuencia, sin otro objetivo aparente que el de lavar la imagen de un centro que desde el comienzo de su ejercicio como gerente ha visto como decae la calidad de la asistencia. Señor de Dios, sea prudente, su imagen y la del Hospital, por tan lavadas, parece que están encogiendo. Por favor, no se sienta obligado después de leer esta carta a conceder una nueva entrevista.

La entrevista completa y, concretamente, la parte en la que se refiere a la falta de cardiólogos en Jarrio tienen para mí, cierto regusto a «no las quiero, están verdes». Cuesta trabajo averiguar cuál puede ser el objetivo del señor de Dios al expresarse de este modo.

Por un lado, podría ser que pretenda curarse en salud ante la eventualidad de que ninguno de los cardiólogos desplazados en el reciente concurso de traslados quiera ejercer en un hospital del que muchos buenos profesionales están saliendo pro desacuerdos con la dirección. No sólo en el Servicio de Cardiología, sino también en otros como Anestesióloga, Hematología y Cirugía General se han ido especialistas y han dimitido jefes de servicio por desacuerdo con la administración de la actual gerencia. Personas todas ellas con plaza en propiedad en el hospital, es decir, con proyectos vitales que habían querido ligar a su trabajo en ese centro. Proyectos a los que han tenido que renunciar por no verse capaces de desempeñar su actividad profesional a la sombra de una gerencia como la que viene usted ejerciendo.

¿Es consciente, señor de Dios de que lo que logra con esas declaraciones es poner en cuestión la capacidad para desarrollar adecuadamente su trabajo pro falta de pacientes, de cualquier cardiólogo que pudiera estar interesado en el puesto? Desde este momento siempre quedará la duda de si un cardiólogo en Jarrio tiene suficiente volumen de trabajo como para conservar su eficacia. Si yo fuera cardiólogo, me lo pensaría mucho antes de ponerme a las órdenes de una gerencia que considera de antemano, que no voy a desempeñar mis funciones con tanta corrección como cualquier otro especialista de la provincia, por tener presuntamente una carga asistencial inferior.

Por otro lado, podría ser que lo que pretenda el señor de Dios sea arrojar una sombra de duda (una más de las muchas que ya ha intentado echar) sobre la capacidad de las dos personas que han venido ejerciendo como cardiólogos en ese centro casi desde su construcción y puesta en marcha.

Ambas cuestiones tienen la misma respuesta a tenor de los exigentes objetivos cumplidos escrupulosamente año tras año por los cardiólogos de ese centro, podemos afirmar sin lugar a dudas que, si la calidad de la atención está en función de la presión asistencial, indudablemente habrá pocos cardiólogos en Asturias que tenga la calidad lograda pro los de Jarrio. A los números me remito; el doctor Gómez y el doctor Puebla, con la colaboración durante algunos meses del doctor fuertes, atendieron entre el año 2000 y el 2007 a 3.787 pacientes ingresados y a 27.460 pacientes en consulta externa. Realizaron 8.251 ecocardiogramas, 2.701 ergometrías y 3.059 holteres. Por otro lado, la Sociedad Española de Cardiología considera adecuada la ratio de un cardiólogo pro cada 22.500 habitantes. Teniendo el área I cerca de 60.000 habitantes, está claro que el hospital sí necesita no uno, sino dos cardiólogos. Y dispuestos a asumir tanto trabajo como el que se venía haciendo, con un seguimiento personalizado de los pacientes y una tasa mínima de reingresos, a pesar de tener una de las estancias medias más cortas de la provincia.

En el caso de la segunda posibilidad, hay otra respuesta más: el cariño que tanto el personal del Hospital como los miles y miles de pacientes que fueron atendidos por ellos, manifiestan día tras día, aún ahora que ya no están allí. Manifestaciones de aprecio de las que, quienes les conocemos, tenemos constancia a diario.

Es de agradecer la actitud de otras personas como el doctor Evaristo Lombardero que están luchando para que el Hospital mantenga intacta su cartera de servicios en la práctica, y no sólo en la imaginación de los gestores.

Señor de Dios retomando sus propias palabras, me gustaría decirle que, según lo que vengo observando en los últimos tiempos, «por debajo de determinada calidad en la gestión, los errores se multiplican y además, pierde uno la vergüenza».

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