Santa María del Naranco, obra de Alfonso II el Casto
Se lo había dicho a unos amigos: "Para saber quién erigió Santa María del Naranco, no hay nada como consultar las piedras de esta construcción. Os dirán que fue el rey Alfonso II el Casto, y no el rey Ramiro I".
Invité hace no muchos días a estos amigos a reunirnos en Santa María del Naranco. Nos fuimos directamente a la planta superior. Les hice ver que en este edificio hay treinta y dos piedras que es imposible fueran elegidas para su alzado.
Me estoy refiriendo a los treinta y dos discos donde el rey Ramiro I, él solo, quiso quedar representado en figura de felino, cuya larga cola terminada en aguijón de muerte se extiende por encima del dorso. cuando el rey le acompaña su esposa, Paterna, una pareja de aves -pico con pico- es la encargada de representar al regio matrimonio.
Arquitectónicamente todos estos discos cumplen una función devastadora; atentan contra la misma integridad del edificio; basta ponerse delante de ellos para comprobarlo.
Si por pretender pasar por el verdadero constructor de Santa María del Naranco se ha ganado el rey Ramiro I los epítetos de suplantador y usurpador, no sabría yo decir cuáles le convienen al verle retratado con ansias infinitas de sangre, mando y poder en un capitel perteneciente al espacio donde se encuentra la insulsa, imcompleta y torpe copia del ara de Santa María del Naranco (seguro estoy, sin embargo, de calificar de muy tensas las relaciones entre Ramiro I y Alfonso II. Más de una vez me he preguntado si el Rey Casto murió de muerte natural o intervino el veneno).
Urge ocuparse de la inscripción de la citada Ara de Santa María de Naranco, guardada en el Museo Arqueológico de Asturias. Seguramente la verdadera historia de los reyes y del reino de Asturias está por escribir.
Es hora de olvidarse de Ambrosio de Morales: "A la falda de la (Cuesta del Naranzo) está una iglesia con advocación de nuestra Señora de Naranzo, y es la misma que edificó allí el Rey Don Ramiro primero de este nombre, como en nuestras Corónicas leemos".
Ricardo López Pacho, La Guardia (Pontevedra)
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