¿Taxis en Tapia?
El motivo de la presente carta es poner en su conocimiento y en el del resto de la ciudadanía el deplorable servicio público del taxi en el Ayuntamiento de Tapia de Casariego. Esta situación es perfectamente conocida por la generalidad de los sufridos tapiegos y tapiegas y ya se viene arrastrando desde hace muchos años, pero yo la he sufrido en mis propias carnes el sábado 20 de julio. Ese día acudí con un amigo a Tapia a cenar y disfrutar de la, lamentablemente, ahora decadente noche tapiega. Previéndolo, concerté el regreso a Salave, donde resido, para las tres y media de la mañana del domingo con un taxista, al cual no conozco personalmente, cuyo nombre es Fernando. ¿Cómo podría alabar suficientemente la gran profesionalidad mostrada por este caballero? El caso es que a las tres me llama para decirme que se encuentra en Foz y que va a tardar en venir. Le digo que no tengo problema en esperar por él un rato si hace falta, que me doy cuenta de que se encuentra trabajando, es sábado, verano, las fiestas y todas esas cosas... Pero él zanja rápidamente la cuestión diciéndome que no va a venir ni tarde ni nunca... Inútil decir las llamadas realizadas a sus compañeros de parada, la indecisión de ir andando (al fin y al cabo son 4 kilómetros a Salave, aunque lloviendo...) viendo pasar los largos minutos... Finalmente, a las cinco y media claudiqué y llamé a mi cuñado para que viniera a buscarme. Imagínense, la llamada a esas horas, el susto (ya es sexagenario, y además cojo...), las reconvenciones a cambiar de vida... (sin duda acertadas, lo admito). Comentando el caso con mis amigos y vecinos, a nadie le ha extrañado y lo encuentran lógico y esperable, pues, al parecer, el citado profesional suele gastar este tipo de bromas habitualmente.
Me despido comentando mi confianza absoluta en que el nuevo equipo de gobierno municipal, debidamente motivado por la reciente, y sin duda justísima, actualización de sus retribuciones, dará una solución rápida y eficaz a este problema, ya crónico, que los tapiegos y tapiegas, residentes y no residentes, padecemos ya no podemos recordar desde cuándo. Finalmente, ¿cómo podría poner fin a este escrito sin recordar nuevamente a su inspirador, ese ejemplo de probidad, bonhomía, honorabilidad, rectitud, decencia, integridad y profesionalidad, ese gran bromista, el gran taxista Fernando, recuerdo que hago, respetuosa y devotamente, extensible a su señora madre.
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