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La ciudad de Pombal, en el centro de Portugal

28 de Julio del 2019 - Ángel García Prieto

A unos veinticinco kilómetros al sur de Coimbra, en la región de Estremadura y dentro del distrito administrativo de Leiría, surge Pombal, emplazada en un paisaje verde y llano con alguna pequeña colina boscosa. Es la capital de aquel concejo que lleva el mismo nombre y fue elevada al rango de ciudad finales del siglo pasado. Tiene unos 18.000 habitantes en su núcleo urbano y otros 50.000 en las distintas parroquias del municipio.

La ciudad de Pombal cuenta con un buen patrimonio artístico distribuido en media docena de puntos de atracción, muy cercanos entre sí a excepción del castillo, que, sobre una colina boscosa separada medio kilómetro del centro urbano, domina el paisaje. La fortaleza medieval fue muy bien reconstruida, en 1940, después de su destrucción por los franceses a principios del siglo XIX; había sido aumentada y mejorada en los siglos XVI-XVII, para su reconversión en residencia noble por el conde de Castelo Melhor, sobre la base del castillo románico del s. XII fundado en 1160 por Gualdim Pais, gran maestro de los Templarios al servicio del rey Afonso Henriques. El interior del castillo está presidido por la torre del homenaje que permite panorámicas en todas las direcciones. Tiene un amplio patio, con aljibes, otras pequeñas construcciones y se le ha añadido un centro de interpretación de llamativa arquitectura actual, en el que se puede ver un vídeo sobre la historia del lugar y es además la introducción para la visita. En el exterior de sus murallas, de sillares graníticos reforzados por seis torres cuadrangulares almenadas, hay otra construcción moderna con una cafetería, un pequeño salón de actos para eventos culturales y la oficina de turismo.

La plaza del Marqués de Pombal, que centra la zona histórica de la ciudad, es muy bonita y presenta varios edificios nobles, como la pequeña, elegante y cuidada iglesia de São Martinho, con obras de arte del siglo XVI en el retablo renacentista y en la azulejería sobre el arco principal, que representa la paz conseguida por la reina Santa Isabel entre su marido, D. Dinis, y su hijo Afonso después de años de malquereres y desencuentros.

En los dos laterales de la plaza se sitúan edificios nobles dedicados a la exposición de la memoria relacionada con el marqués de Pombal y a otros museos. A la derecha está la antigua cárcel, una construcción barroca con una llamativa escalinata exterior que sube a la puerta principal situada en la primera altura del palacio, que en la actualidad acoge el Museu do Marqués de Pombal, con varias salas de mobiliario, objetos personales y documentación.

Enfrente se sitúa otra elegante y noble casona, construida en la segunda mitad del s. XVIII ya con técnicas antisísmicas, después de la experiencia del terremoto de Lisboa del año 1755. Alberga un pequeño centro de interpretación de la catástrofe sísmica de Lisboa de 1755 y en otra parte de la edificación se ha situado el simpático Museo de Arte Popular, con centenares de figuritas dispuestas en varias urnas de una única sala, que son objetos sugestivos y entretenidos, que recogen múltiples escenas y situaciones de la vida portuguesa popular.

También en la ciudad se puede destacar el Largo do Cardal, la plaza más céntrica y relevante, en la que confluyen las principales calles históricas de la población. Llama mucho la atención la iglesia parroquial, que fue construida por el conde de Castelo Melhor a principios del siglo XVIII. Tiene una fachada majestuosa, con varios ventanales y nichos escultóricos, rematados por un frontal curvo con aletas y la cruz que se eleva sobre él.

El resto de la ciudad es abierto y acogedor, limpio, con un predominio de construcciones más bien modernas y de una, dos o tres alturas, con abundantes casas unifamiliares y algún polígono de pequeñas industrias, lo que parece indicar que ha crecido mucho en las últimas décadas, ya con criterios de urbanización ordenados. Tiene, como ocurre tantas veces en las poblaciones portuguesas, un aire propio por el cuidado de los jardines y fuentes, el adoquinado –“calçada portuguesa”– de calles y la específica estética de las construcciones populares, que cuidan y personalizan con muchos detalles de enrejados, ventanas, puertas, cerrajerías, macetas, jardineras y chimeneas.

En fin, una ciudad bonita, interesante, amable… portuguesa.

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