Niños esclavos
Entro en una tienda de ropa y observo las etiquetas de las prendas. China, Tailandia, Vietnam, India, Bangladesh. Relaciono estos datos con los precios. Baratos, realmente baratos. ¿Qué hace que la ropa, aun siendo producida en países tan lejanos, sea tan barata? La causa no puede ser otra que la mano de obra.
Consulto los informes publicados al respecto: en América Latina trabajan 1 de cada 5 niños con edades comprendidas entre los 5 y los 14 años, en África 1 de cada 3, en Asia 1 de cada 2. Los niños cobran menos, se quejan menos, se rebelan menos. Mientras los padres son condenados al paro forzoso, los niños son contratados por sueldos de miseria o trabajan en régimen de esclavitud por deudas contraídas. Para las industrias de países ricos es muy ventajoso trasladar allí la producción, o mejor aún, subcontratarla a las fábricas locales, con lo cual incluso se evitan responsabilidades. Allí el sacrificio, aquí el beneficio.
¿Y el consumidor? ¿Cuál es nuestro papel? Podemos seguir preocupados sólo de comprar barato, beneficiando nuestros bolsillos y las cuentas de la multinacional, o limitar nuestro consumo sólo a lo que necesitamos, a la vez que exigimos a nuestros partidos políticos y sindicatos que tomen cartas en el que es sin duda el primer problema laboral y sindical, y que dejen de hacer expediciones comerciales a estos países en busca de más negocio sin importarles la explotación.
El 16 de abril es el día internacional contra la esclavitud infantil. Este año se cumple el XV aniversario del asesinato de Iqbal Masih, un niño de 12 años asesinado por enfrentarse a la esclavitud infantil en Pakistán. Es una gran oportunidad para recordar que hay 400 millones de niños esclavos, privados de su infancia, para enriquecer a los ciudadanos del llamado Primer Mundo. ¡Un niño esclavo de cada cinco en pleno siglo XXI!
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