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Don Diego y las brujas

12 de Agosto del 2019 - Ramón Alonso Nieda (Fuentes, Arriondas)

En uno de los manuales de Historia de la Literatura de Guillermo Díaz-Plaja que manejábamos en quinto y sexto de Bachillerato se daba cuenta de una pieza de Diego de Torres y Villarroel cuyo título, muy prolijo, me debió de impresionar lo suficiente como para que, medio siglo después, lo recuerde literalmente sin necesidad de entrar en la Red: “A una bruja que reventó chupando el aceite de una lámpara que daba luz a un santo Cristo”. Después de un título que dice tanto, qué más podía contar el autor.

Si “la estrategia procaz de la derecha en el juego político” (Cartas de los lectores en LA NUEVA ESPAÑA del pasado 8) me suscitó el recuerdo de la bruja de don Diego, será porque se trata también de un título tan explícito que convierte en superfluo, por redundante, lo que el autor pueda añadir. Aunque, metidos en harina, echemos un vistazo a lo añadido.

Lo que sigue es la prosa ceñuda y sañuda de un moralista que, lanza en ristre, parte en cruzada contra gigantes y malandrines: “Vieja guardia socialista comandada por nombres de principios éticos inestables y fundamentos políticos de veleta”, “élite falsaria y favorecida”, “cinismo”, “acciones indignas”, “descaro”, “falsedad ignominiosa inducida por el odio”, “sordidez en la apuesta”. Lástima de artillería tan gruesa puesta al servicio de un tramposo. Pedro Sánchez obtuvo el doctorado con una tesis copiada. Esto es un hecho empíricamente demostrado. Irrefutado e irrefutable.

Lo más verosímil es que la tesis se la haya amañado su compinche Carlos Ocaña, que, a continuación, se cobró su parte del botín firmando con Sánchez el libro que reproduce el contenido de la tesis. La tesis fue calificada por un grupo de amiguetes que actuaron como una panda de golfos (otro hecho probado). Al parecer (distinguimos los hechos de las conjeturas), se trataba de vestir a toda prisa al muñeco de Sánchez para ponerlo en condiciones de competir con éxito por la secretaría general del partido frente a Eduardo Madina (y no argumenta uno pro domo ya que Madina, el flaco, me caía más gordo que el propio Sánchez).

Electores que no han pisado la Universidad tal vez no estén en condiciones de calibrar la enormidad del fraude cometido con el doctorado de Sánchez. Pero ningún profesor que se respete puede sentir respeto por un sujeto que se encaramó a la cima del “cursus” académico arrasando todas las reglas de la probidad intelectual. Ante un caso como este, cualquier profesor y universitario que se respete tiene que poner pie en pared y dar la causa por cerrada. Entrar en distingos con un sujeto de esa catadura pringa. Aunque de gente que sigue creyendo en “la capacidad gestora” de Zapatero se puede esperar cualquier cosa.

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