Uno que cambió
Martín Vigil, “Las flechas de mi haz”. Uno que combayaba
Veraniegas lecturas y pasmos, al releer a Martín Vigil, el escritor ovetense cuya vida nos salía al encuentro... éramos jóvenes y nos la meneábamos en cuadrilla a ver quién era más macho, quién la tenía más larga; represiones, y obsesiones sexuales, internados, seminarios camarillas, confesionarios escrúpulos... ¿tú te tocas?... ay, Padre, muchas veces... pero ¿cuántas, hijo, cuántas?... Muchísimas, Padre querido, por lo menos doscientas la pasada semana, Padre del alma... Irás al infierno de cabeza. Pues ahora releo aquellos traumas plasmados en los libros de este autor tan popular entre los adolescentes de mi época, que fue cura jesuita y colgó la sotana.
Sus textos me llenan de admiración porque sabe contar las cosas sin aburrirnos, tiene la elegancia sartorial y el prurito jovial de los de Oviedo, era todo un señorito que, terminada la guerra, tuvo una crisis existencial y se metió de novicio a la Compañía.
Pero también me causa desazón; asco, incluso. Es uno de esos escritores agradables y complacientes con el sistema, que sabe halagar al poderoso pinten copas o bastos. Un tanto repetitivo y monocordio, si es caso. Nadie puede abjurar de su pasado con tanta cara dura.
He aquí un tipo de derechas que fue alférez provisional, participó en la represión nacionalista con los comandos de limpieza étnica que tantos muertos dejaron en la cuneta por esas caleyas del Principado. Y lo declara sin pudor alguno en esta novela que publica como su autobiografía el año 77.
Su familia pasa las de Caín previamente con el terror rojo y las sacas. Un hermano fue fusilado por los rojos y su padre estuvo en la checa, su madre muere de pena al saber que su primogénito había comparecido en un paredón plantándose ante la horda sanguinaria, pues he aquí que combaya (para estar al día y aquiescer a sus antiguos enemigos), eso muchos lo tuvieron a prurito, se produjo un estremecedor cambio de chaqueta: colgó la sotana y se desdijo de lo que predicaba, pero sin desdecirse que es lo malo o lo bueno, según se mire.
El 18 de julio le pilla en Salinas, veraneantes de pantalón blanco... pandillas. Era un bachiller de 16 años que gastaba bombachos. El pobre pueblo, engañado y envenenado por la propaganda y la ignorancia, la bestialidad del tiro en la nunca y los muertos en las cunetas. Luego es llamado a filas y recibe la estrella de portaestandarte, participa en la batalla del Ebro y del Maestrazgo, Teruel, el cerro Garabitas.
El padre Martín Vigil dice cosas tremendas en este libro que es un insulto para los que por la noche seguimos mirando para los luceros donde montan guardia nuestros camaradas y él se mofa de algo tan sagrado como es el ideal, que es lo que falta ahora en España, pero ya digo dice cosas importantes:
1. Que la guerra civil fue organizada por la masonería y esos son los que mandan ahora en nuestro país, dado a la marranería de todos los demonios;
2. Que España nunca fue católica, lo había dejado de ser mucho antes de que Azaña largara su frase infernal;
3. Que el Ejército de Franco estuvo mucho mejor organizado, aunque en el bando republicano se luchó con coraje. Fue un enfrentamiento feroz, cainita, entre españoles.
Vigil no oculta que se encuadró en una patrulla para liquidar rojos, a la búsqueda y caza del hombre entre los matorrales de las aldeas perdidas asturianas donde permanecen núcleos de resistencia del maquis. Guerra sucia. No tuvo agallas para renunciar a esa misión que moralmente le repugnaba.
Se hizo alférez provisional, alférez provisional muerto seguro, se fue de putas en Sevilla, lució las estrellas de oficial en Segovia como artillero, y debió de ser un oficial bonito con éxito entre las chicas. Opera en la zona de Puigcerdà y Port Bou tareas de limpieza del rojerío ampurdanés en una versión muy diferente a la del “Soldado de Salamina”... pero lo mismo que en Asturias: represión, guerra sucia, eso que llevan tan a mal los verdaderos militares, pero lo afirma sin pudor. El libro está bien escrito. Se anticipa a todos porque ya en el 77 empezó a hablar él, el primero, de memoria histórica... HISTÉRICA EN VERDAD.
Creo que fue un oportunista, no era un tipo de una sola pieza, y por eso hoy es un literato descalostrado. La historia no paga bien a los acomodaticios y traidores. Ya sus libros se han bajado del catálogo.
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