¿Están en peligro las democracias occidentales?
Sin duda que lo están, pero la historia ha demostrado que, si los gobernantes de los países democráticos solo miran sus intereses, de espaldas al pueblo, acaban siendo procesados y apartados de la política.
El presidente Donald Trump parece que no sabe lo que significa esta doctrina y lo mucho que ha habido que luchar para que se consolide. El hecho de que Estados Unidos sea una democracia presidencialista indica a las claras que lo que se espera del presidente es que gobierne para el pueblo y que no lo haga por arrebatos desestabilizadores.
En su país, posiblemente, las opiniones estén muy divididas por su formar de actuar, pero lo que trasciende es altamente preocupante.
Son muchas las “anécdotas” del mandatario del país más poderoso del planeta, pero se lleva la palma su reciente orden para que los empresarios norteamericanos abandonen China, como parte de su estrategia para combatir la amenaza del gigante asiático.
Y ahora Mr. Trump se encuentra en Biarritz asistiendo a la cumbre del G7, se supone que con la intención de presionar a sus aliados de la Unión Europea en su contienda con China.
Ciertamente, no lo va a tener fácil. Esperemos que la cordura y la habilidad de los líderes políticos europeos le hagan entrar en razón, porque, como pretenda imponer “su ley”, se avecina una guerra comercial de imprevisibles consecuencias.
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