Los cursos de La Granda, un foro de debate en libertad
He leído con atención el artículo del historiador Pablo Martínez Corral, publicado el pasado lunes, 22 de agosto, en este diario y en el que muestra su indignación por las opiniones emitidas por un ex ministro, en los cursos que se están celebrando en La Granda. No quiero entrar en el fondo del asunto porque hace mucho tiempo que estoy curado de acné ideológico. Simplemente quiero hacerle llegar al historiador unas breves observaciones, que no pertenecen al campo de la opinión, sino que, utilizando un concepto matemático, tienen carácter de axioma, es decir, son verdades evidentes, que no necesitan demostración.
En primer lugar, el autor del mencionado artículo está en su pleno derecho a discrepar, faltaría más; estamos, al día de hoy, en un país libre. Aunque sería bueno discrepar desde el respeto. En cuanto a lo que fue la dictadura, todos lo sabemos, no es estrictamente necesario que nos lo explique ningún historiador; de igual modo, también sabemos todos lo que fue la república, entre los años 1931 y 1936 ¡Y vaya si lo sabremos, que algunos tenemos víctimas de los dos lados! Por eso es muy necesario una memoria histórica completa, objetiva y simétrica, que no sólo sea la de los vencidos ni tampoco la de los vencedores, porque en este período desgraciado no hubo vencedores, todos fuimos derrotados.
SUMARIO: Respuesta al historiador Pablo Martínez Corral
Por otra parte, es muy sano ponerse en el lugar del otro, tener lo que se llama empatía. Sólo así podríamos superar esa etapa histórica, pero nunca será posible desde el revanchismo, ni de un lado ni del otro. De estas cosas ya tuve ocasión de debatir con el autor del artículo, de manera civilizada, tiempo atrás, siendo compañeros en un conocido instituto de Castrillón. Creo que él lo recordará.
En cuanto a los cursos de La Granda, conviene que sepa que son un foro de debate, de conocimiento, de expresión en libertad, apoyados por el mundo de la empresa y por instituciones tan importantes, y de plena legitimidad democrática, como la Universidad de Oviedo, entre otras, cursos en los que desde hace más de cuarenta años profesores y otras personalidades de probada solvencia abordan con rigor temas de campos tan diversos como la economía, la historia, la literatura, la industria, la tecnología, la salud, la religión o la diplomacia, por citar sólo algunos.
Sería bueno que el historiador consultase la programación de la presente edición y como es muy amplia y fecunda, a modo de ejemplo, voy a remitirle a las sesiones de los días 12, 13 y 16 de agosto, sin menoscabo de otras de alto interés. En los dos primeros días hubo ponencias y debate sobre “Las raíces del mundo empresarial asturiano”, curso dirigido brillantemente por el vicedecano de la Facultad de Economía y Empresa, D. José Alba Alonso, y en el que tuve el honor de participar como invitado. En la misma línea de contenido el día 16 se abordó el tema de “La necesidad de profundizar en la formación teórico-práctica”, en el que participó el empresario D. Daniel Alonso, del grupo empresarial del mismo nombre, además de altos cargos de la Consejería de Educación, Consejería que tiene un convenio con este importante grupo empresarial para llevar a la práctica la formación dual, de extraordinaria importancia para nuestros jóvenes y para nuestra industria. Ambas temáticas, esenciales, desde el punto de vista de la formación y la empresa, llegaron a conclusiones muy interesantes.
Por último, puedo asegurar que los cursos de La Granda, a los que he asistido en numerosas ocasiones, a lo largo de muchos años, como oyente y este año como ponente, “no son el faro de Occidente que nos guía hacia el ocaso de nuestra civilización”, como cita en su artículo. A contrario, son un faro de luz que guía, en libertad, hacia el conocimiento. Si algún día explica a sus alumnos lo que fueron los cursos de La Granda, en el contexto de la historia cultural de Asturias, estoy seguro de que este historiador investigará en profundidad, y que como profesor imparcial no se dejará arrastrar por el sectarismo y la falta de respeto que, desafortunadamente, se destila en la frase que he entresacado de su artículo.
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