En la presión fiscal, menos en más
La polémica nacional surgida por las políticas fiscales seguidas en la Comunidad de Madrid, apoyadas por Vox, está produciendo un profundo resquemor en las filas socialistas. Es tal la frustración que les está creando que tratan de aliviarla con todo tipo de teoremas y respuestas dirigidas a la incriminación de sus responsables, haciéndolos culpables de todos los males de España, incluida la triste deriva de la comunidad autónoma asturiana.
Olvidan los gobernantes socialistas que la autonomía fiscal permite a todas las regiones la aplicación de incentivos como los madrileños y si no lo hacen y prefieren seguir en su posición es, estrictamente, por motivos de interés ideológico.
Pero sí hay algo de cierto en las quejas socialistas. Efectivamente, Madrid se ha convertido en un imán que atrae capital humano y económico. Se cuidan mucho de no enunciar, en cambio, que gracias a la dinámica que han conseguido crear en Madrid esa comunidad se ha convertido en una de las locomotoras económicas de España, dejando en evidencia los resultados de otras como es el caso de Asturias, una de las menos competitivas en materia fiscal. Sus cifras la sitúan claramente en el vagón de cola y sirven de apoyo al argumento de que las comunidades con menor carga tributaria son las que más prosperidad generan.
La cuestión es que el planteamiento socialista, el izquierdista en general, lo único que contempla es la voracidad fiscal, justificándola en aras de conseguir lo que ellos entienden por “Estado del bienestar”. En realidad, lo que hacen es favorecer el crecimiento del número de desempleados, un mayor porcentaje de personas dependientes del cobro de subsidios y la proliferación de ayudas y subvenciones que convierten al partido que las promueve en su formación política de referencia. Vamos, el círculo perfecto para perpetuarse en el gobierno al frente de la sociedad.
Si los partidos de izquierdas llegasen a contemplar la eliminación de nombramientos de cargos políticos innecesarios, la desaparición de puestos sin función en las administraciones y en general el engrosamiento de un aparato administrativo cada vez mayor, quizá los recursos provenientes de sus políticas fiscales revirtiesen con más facilidad en los ciudadanos. No es así ni será así, porque dentro de su planteamiento no cabe tanta objetividad y, en todo caso, sólo tienen ocurrencias tan dañinas como sancionar a la comunidad autónoma de Madrid por su éxito. Qué curioso, sin embargo, que ninguno alce la voz contra las políticas fiscales vascas, tan favorables para sus contribuyentes como las de Madrid. Pregúntense por qué.
Por todo lo anterior es lógico que empresarios de todo tipo anhelen trasladar su domicilio a Madrid, lejos de Asturias. Es lógico que mucha de la población asturiana en edad laboral activa emigre y deje nuestra región para buscar trabajo allí donde lo haya. Es lógico, lamentablemente, que el Principado se haya convertido en la comunidad con menos trabajadores en activo por cada pensionista y se sitúe a la cabeza en cuanto al envejecimiento de la población.
La disminución de la presión fiscal es una medida de dinamización, no un ataque a la cohesión entre las comunidades autónomas. Una ventaja que se debe aprovechar para revertir la realidad económica incentivando al empresariado y propiciando la creación de empleo. Algo que la inercia de las políticas socialistas nunca va a conseguir.
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