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Tapar la resurrección

26 de Abril del 2010 - Cosme Ruiz Pérez (Gijón)

Después de la Pascua vemos el Evangelio plagado de testimonios sobre las apariciones de Jesús. Tema éste crucial y en el que se fundamenta todo el ¡porqué! de la esperanza cristiana. Ya decía San Pablo que si Cristo no resucitó (sus seguidores) seríamos como una especie de «imbéciles» y... consecuentemente, aún estaríamos en nuestros pecados. Por tanto, para el enemigo de esta esperanza definitiva de la humanidad esquivar y poner trabas a este asunto ha sido y será siempre su «leitmotiv».

Ya desde los inicios podemos leer, en el Evangelio de Mateo, 28 (8-15), cómo soldados que hacían guardia en el momento del suceso bajaron a la ciudad y contaron a los jefes de los sacerdotes, enemigos acérrimos de Jesús y a los que se debe su condena, todo lo que les había sucedido. Estos jefes, con los ancianos, decidieron dar mucho dinero a los soldados para que dijeran que: «... durante la noche, mientras dormían, los discípulos de Jesús vinieron y robaron el cuerpo. Y si el gobernador se entera, nosotros le convenceremos para evitaros dificultades». Los soldados tomaron el dinero y propagaron el bulo. Es decir, la corrupción y el sempiterno chantaje ya existían entonces, para corromper a los soldados y... posiblemente, al mismo gobernador.

El año 1997 hubo un incendio (basílica de Turín) que estuvo a punto de quemar la sábana con la que envolvieron a Jesús. Ya pasó en Chambery, 1532. Los datos apuntan, sospechosamente, a una intentona para eliminar esta «molesta reliquia».

Cada vez, a pesar de los «medios sordina», hostiles a la difusión de la verdad, es más conocido el tema sobre las investigaciones de la Sábana Santa de Turín. De todas maneras, siempre hay algún medio que, al menos en estas fechas propias para ello, aporta documentales de alta fiabilidad y calidad, como así sucedió el Viernes Santo por parte de una cadena «no adicta al régimen». Las posibilidades, hoy por hoy, de que dicha sábana contuviera a un crucificado son del 100 por 100 y las de que ese crucificado fuera Jesús de Nazaret, prácticamente lo mismo. Esto comprendemos que nunca lo negarán abiertamente sus detractores, pues la abrumadora coincidencia y veracidad de datos científicos investigados los dejarían muy mal ante sus propios colegas. Tampoco lo propagarán abiertamente los científicos a favor, salvo en «petit comité». Siempre se reservarán ese «casi» o «margen de seguridad» que se cuida de la posible «mofa de sus coleguilas». Y es que una vez superada la prueba del carbono14 (año 1988), que situaba erróneamente la sábana en la Edad Media, unos y otros... quieren quedar bien. Mientras tanto, para el inquieto buscador, sin trampa ni cartón, ahí están los datos.

¿Por qué con investigaciones sobre otros personajes «histórico-terrenales» no hay tanta reticencia...? Está claro: la demostrada radiación (según la NASA, 1977) que imprimió aquella tela y que permitió una imagen tridimensional en la propia sábana, además de las demostradas imágenes de monedas de la época, colocadas en los párpados de Jesús e impresas en la sábana, con un sinfín de datos más, obligarían sobremanera a admitir la veracidad del mensaje de aquel Hombre... ¡Tapad, no interesa!

Tanto para creyentes como para quienes «lo desearían...» el tema de la Sábana Santa no es apoyo del que dependa nuestra fe, pero sí es una ayuda, un «signo», un «regalazo» que el Resucitado dejó a quien, honradamente, se asome a esta maravilla a través de libros, revistas, internet, etcétera, en busca del sentido y el porqué último de su vida.

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