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Peregrinando en búsqueda de las Vírgenes del 8 de septiembre

7 de Septiembre del 2019 - Agustín Hevia Ballina

Asturias entera peregrina hacia sus santuarios de mayor devoción. Covadonga, en Cangas de Onís; El Acebo, en Cangas del Narcea; Villaoril, en Navia; Espioña, en Peñamellera; Lugás, en Villaviciosa; La Cueva, en Qués de Piloña; Buensuceso, en Lastres, y esa Virgen de todas las advocaciones del millar de iglesias y capillas, que llenan de fervor a los cristianos de Asturias toda y que son hitos que los peregrinos de un extremo al otro de nuestra inigualable geografía -guapa cual no la hay más- van marcando como puntos de referencia, que satisfagan sus actitudes devocionales, con que poder encontrarse con la Virgen Madre de sus peculiares cariños, de sus más entrañables amores, en su santuario de predilección.

Atrás quedan las Vírgenes de agosto, que aglutinan a los creyentes en torno al misterio de la Asunción de Nuestra Señora. Un nuevo misterio conmueve y agita la piedad de los cristianos, en la celebración de las Vírgenes del 8 de septiembre, en que los fieles y devotos se emulan en cariños de devoción, para felicitar a la Madre del Cielo en la celebración de su Natividad o de su Nacimiento, del modo que lo hacemos o lo hicimos con nuestra madre de la tierra, deseándole infinitas felicidades.

Todos estos santuarios de Asturias rebosan de peregrinos desde primeras horas de la mañana, como si un figurado toque de diana los estuviera llamando para despertar y ponerse en camino, para acudir a visitar a la Virgen, Nuestra Señora, tomando las rutas y veredas por donde les aprendieron a caminar sus mayores, fieles todos a la tempranera llamada, emprendiendo la caminata de la peregrinación con otros miles de hermanos, movidos todos por un único y personal anhelo: encontrarse con su “Santina” del alma en el lugar donde saben que Ella, su Virgen de sus cariños y de sus anhelos, los aguarda con los brazos abiertos para el abrazo y la expresión de sus amores llenos de fervor y devoción. Caminaban otrora los “romeros” y peregrinos con los pies descalzos, descansando y encontrando alivio en las hospederías de peregrinos o casas de las novenas de los santuarios, haciendo hoy su peregrinación, con búsqueda de sacrificios igualmente, empleando variados medios de circulación, para alcanzar las mismas metas, colmo y culmen de su devoción interior.

Ser párroco de un santuario mariano, en que de siglos se venera a María, Reina y Señora, Madre y Soberana, constituye un privilegio que colma las aspiraciones de devoción espiritual de cualquier hermano sacerdote, dando acogida a los “romeros” y “peregrinos” que visitan el santuario a cada uno encomendado. De experiencias tales no puedes menos de salir edificado y confortado, como si experimentaras cayendo sobre ti un torrente de gracias y de favores, que te llenan el alma a rebosar, y que, compartidos en la plegaria y en la oración, te dejan transido de ilusiones el espíritu y de ansias de mejorar en la vivencia siempre intensificada de la fe compartida y con fervores intentando que sea por ti y por ellos ilusionadamente vivida.

Vas a permitirme que, como cura de uno de los santuarios de nuestra “Santina del alma”, adonde acuden, ansiosos, peregrinos de media Asturias, para ese encuentro de devoción y de fervores, que brotan desde el hondón del alma, te hable de esas vivencias que allí, en mi santuario de la Virgen de Lugás, comparto con los peregrinos y devotos de la Virgen María, en esa advocación tan entrañable, que me llena de sabor a mieles los labios, con las plegarias que con ellos me resulta gratísimo compartir.

En las circunstancias presentes vivimos todos tensiones del alma, que resulta muy asequible expresar. A nivel de un mundo que nos rodea, todos experimentamos problemas que te afloran, vitales, y que te dejan transido el corazón de ansiedad. Quizá el problema más acuciante o más sangrante que vive la humanidad es el de tantos migrantes -pomposamente, ostentosamente, hipócritamente los llamamos hermanos- desarraigados de sus casas y de su hogares, que buscan unos brazos abiertos para la acogida y que no encuentran más que el desprecio y la falta de comprensión, que ni la candidez y la inocencia de sus niños logran conmover, dejándolos yacer, muertos a miles, en las playas todas de la Ecuméne, sin un corazón que para ellos deje aflorar un mínimo de piedad, mientras las mesas de sus despachos no rezuman solo tinta sobre tantos tristes documentos vertida, sino la sangre tan profusamente derramada.

Guerras, terrorismo el más cruel, hambres, pobreza infinita en un mundo de infinita necesidad, desilusiones compartidas, desánimos a tutiplén, muertes y calamidades, que resulta difícil que puedan ser vividas con mayor intensidad. Por doquier verás persecuciones de cristianos en casi toda la redondez de la Tierra, luchas enconadas de hermanos contra hermanos, insensateces de locura que, difícilmente, podrán intensificarse más, donde las armas parecen ser soberanas que se enseñorean de toda la Humanidad.

Las enfermedades, en sus más variadas facetas, llenan de preocupación, en su vivencia más íntima, a los que acuden a tu santuario de la Virgen de Lugás. El cáncer, las enfermedades de Alzheimer, los problemas del cerebro y del corazón, tantos motivantes para sacar a flote la plegaria y la oración a tu “Santina del alma, la Virgen de Lugás”. Son vivencias que se acumulan ante los ojos de tu personal situación interior y exterior y que, hermanados en la peregrinación, no podemos menos de hacer objeto emocionado de plegaria y de oración.

No dejaremos de lado las vivencias que encuentran desahogo en la confesión y en el perdón alcanzado. Porque de siempre fueron los santuarios de María, o del Santo Cristo, o de especiales santos de devoción lugares privilegiados para las vivencias del sacramento de la Reconciliación y del descargo de la preocupación interior y de la ansiedad del espíritu y de las dolencias del corazón. Las gracias de Jubileos han sido constantes en las peregrinaciones de tu Santuario de Lugás y de todos los santuarios adonde los “romeros” y peregrinos acuden con fe y devoción en búsqueda de reconciliación con Dios, con ansias las más intensas de la paz del alma, que acerca al Padre y a los hermanos, en las expresiones encendidas de su religiosidad y de su devoción.

Romero y peregrino querido y bienamado, amigo del alma, espero con ansia tu presencia en nuestro santuario entrañable de la Virgen de Lugás, adonde acudimos, en una cita anual, que solamente se verá interrumpida -así lo esperamos de la misericordia de Nuestro Señor- cuando Dios nos llame a comparecer en su Casa de Padre. Con un recuerdo afectuoso y una devota oración para todos los que nos han precedido en la peregrinación a la Virgen de Lugás y que ya han respondido a esa llamada, desde su vivencia compartida tantas veces aquí a los pies de nuestra “Santina” de Lugás. Que Ella sea tu ayuda, tu ansiada protección.

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