El sinuoso retorno al bipartidismo
“La responsabilidad de que el señor Rajoy pierda la investidura es exclusiva del señor Rajoy, por ser incapaz de articular una mayoría” (Pedro Sánchez, 29 de agosto de 2016).
Ergo..., según sus propias palabras, si él, Sánchez, pierde la investidura, es porque el señor Sánchez se reconoce incapaz de articular una mayoría.
Así las cosas, la partida de ajedrez ha enfilado su recta final. Tanto Pedro –“on fire” desde hace aproximadamente un año–, como Pablo –ferviente admirador de la Magia del Caos–, avezados trileros de la política, apremiados por la falta de tiempo, se proponen realizar los últimos movimientos, en busca del jaque mate definitivo.
Sánchez –no sé si juega al despiste, o es él el propio despiste– (1) no quiere pactar con Podemos, (2) está seguro de ganar las elecciones, y (3) hará todo por seguir en el poder.
Iglesias –me recuerda a Lauren Postigo entrevistando a las folclóricas en El Corral de la Pacheca)– (1) no quiere claudicar sin beneficio, (2) va a perder escaños en las elecciones, al tiempo que (3) se sabe imprescindible para formar Gobierno, hoy.
Con estas premisas, ¿le interesa realmente la ruptura a Sánchez? ¿Y a Iglesias? ¿Les conviene la repetición de los comicios generales el próximo otoño?
Y aquí entra el juego del trile. ¿Se imaginan que Iglesias, líder de hembras y machos subordinados, en el último minuto, entrega sus votos a Sánchez, sin pedir nada a cambio, sin vicepresidencia ni ministerios?
En ese caso, se habría consumado la investidura, y el socialista sería el presidente del Gobierno (Leire Pajín, ministra de Sanidad con Zapatero, lo anunciaría con un solemne... “Les sugiero que estén atentos al próximo acontecimiento histórico que se producirá en nuestro planeta...”).
Se habría consumado la venganza, y, previsiblemente, la formación morada no daría, a partir de ese momento, un solo minuto de tregua, haciendo una férrea y fiera oposición, sin un momento de respiro, ni leyes, ni presupuestos, ni proyecto alguno, con acoso y jaque al nuevo Gobierno, que, con solo 123 escaños, en poco tiempo se vería obligado a dar una patada al tablero y convocar nuevas elecciones, con Sánchez amortizado (dedicado a la fabricación de gorros frigios), y el PSOE desgastado.
Tan espectacular jugada no habría de pasar desapercibida para Sánchez, quien contraatacaría con un movimiento ganador: la renuncia a ser candidato (aunque los números den), salvo que Podemos firme un acuerdo de gobernabilidad –cooperación lo llaman– por cuatro años, con PGE incluidos.
De no concretarse este acuerdo, estaríamos en la nada, a la espera de votar nuevamente; elecciones que nos llevarían, supuestamente, a un PSOE reforzado (sin mayoría absoluta), PP, subiendo; y Podemos, Cs y Vox, bajando.
Como la situación final sería clavada a la actual, entrarían en juego (nótese la prudencia de mis palabras) impensables acuerdos con partidos de centro-derecha, caminito del bipartidismo.
Los eslóganes personalistas (e imperialistas) del morado, “vuelve”, y del rojo, “HazQuePase”, son como una promesa bíblica, que puede, contra el sentir general y las evidencias, revertir la situación de este impasse político, antes del día 23 de septiembre. Luego los ciudadanos tendremos que pasar el Rubicón de los impuestos (en Zamora ya han puesto un “impuesto al perro”), sin perder de vista que el primero de enero de 2020 entra en vigor el artículo 135, al que ya nos hemos referido aquí, y que desde mi humilde punto de vista es la clave de la que nadie habla, y de la que todos hablaremos.
Gandhi dejó dicho: “Si hay un idiota en el poder, es porque quienes lo eligieron están bien representados”.
Saludos cordiales.
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