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El camino que no iba a ninguna parte (capítulo IV)

16 de Septiembre del 2019 - María Rosario Vázquez López (Oviedo)

Llevamos unos cuantos años sufriendo la insensatez de nuestro “maravilloso” sistema educativo, que consiste en asignarnos más horas de las “legales” (que juran retirar cuando pasen los momentos duros), cuando hay que “apochinar” y cargar con los desatinos que causan otros, por ejemplo banqueros que engañan, falsifican, se apropian de lo ajeno; ¿quién paga estos “desatinos”?, por darles un nombre, porque lo que hacen simplemente es embolsarse lo ajeno, que, por si aún no lo saben, es apropiarse de lo que no les pertenece. Me remito al “honorable” señor Puyol, mujer e hijos o al “señor” Rato o al cobarde “señor” Puigdemont, “refugiado político” que vive bastante bien haciendo el tonto en un país bastante caro en el cual él no paga nada, por cierto.

Cambian las personas a cargo de los diferentes gobiernos y de las diferentes consejerías, pero siempre los explotados son los mismos. ¿Qué tendrá el poder que tanto nos atrae y nos retiene para siempre? Supongo que podría ser el trato de favor que se nos da cuando estamos en la cumbre del mundo (como decían “The Carpenters”, “I am at the top of the world, looking down on creation...”=“estoy en lo más alto mirando a la creación”; si tenemos en cuenta que en inglés “look down on” a veces implica despreciar, eso es lo que sentimos los trabajadores de lo que en otras épocas era un Paraíso natural, sentimos, el desprecio más absoluto de las autoridades, en mi caso, educativas. Se nos dijo, creo que fue en mayo, que volveríamos a nuestras 18 horas lectivas, pero va a ser que no de nuevo. A mí este año me tocó la lotería porque es lo que tengo, 18 horas, pero no todo el mundo tiene esa suerte. Por supuesto que no me olvido de los maestros de Primaria, que aún siguen a 25 horas, realmente espero que os devuelvan vuestras horas y os paguen lo trabajado de más (a nosotros también).

Basta de falacias, mentiras y vueltas de tuerca, queremos lo que otros trabajadores de la enseñanza tienen en otras comunidades de España, véase, horarios equilibrados, que por ley son de 18 horas lectivas, reducción horaria a mayores de 55 años, sin merma alguna de sueldo, claro, más todo lo que ya sabemos que lleva implícito, reuniones, claustros, consejos escolares, reuniones de departamento, preparación de clases y material, rellenar documentos absurdos que restan tiempo a tareas importantes (supongo que esos documentos son para que a los encargados de controlar todo desde su palomar en la cumbre del mundo con un desprecio absoluto por sus subordinados, se lo demos todo mascado y explicado por si acaso no lo entienden en las palabras que describen la triste realidad de la pobreza moral, de la que llevamos hablando hace años. Pido que las personas encargadas de la Consejería de Educación del Principado de Asturias se bajen de su “nube celestial” y “aterricen” en la arena del mundo real, en el que enseñar algo que tenga sentido es un sinsentido, porque este alumnado del siglo XXI tiene otros objetivos más rápidos de alcanzar; todo es inmediatez y disfrute momentáneo (aunque siempre hay muchas, muchísimas excepciones, gente con 10 en todo), incluso en la difícil tarea de ser un humano completo en todos los sentidos, como por ejemplo el de la honradez de esos alumnos que renunciaron a sus matrículas de honor el mes de junio pasado porque no querían llevarse ellos solos los honores, cuando había otros alumnos con las mismas notas (todo funciona con porcentajes, creo que un 5% por centro para conceder matrículas de honor, triste, triste de verdad, sobre todo porque no se les da dinero alguno, sólo un “papel” que mostrar con orgullo a familia y amigos, en el que se ve su trabajo duro durante muchos años, ese es el significado de la matrícula de honor).

Los porcentajes, el papeleo, perder el tiempo poniendo número del 1 al 5 para puntuar las competencias y el grado de consecución alcanzado por alumnos que obtienen un 1 o un 2 (a veces debería ser un 0 porque ni asisten a los exámenes de septiembre). Supongo que vaciar un documento de ese tipo debe de “animar” el corazón de los “iluminados” creadores de tan absurdo documento, que realmente no mide nada, tan solo el desatino de sus creadores.

Enseñar es mucho más que el frenético papeleo generalizado, fácil de vaciar, por cierto, pero que no lleva a conclusión ni destino alguno. Enseñar es hacer que los alumnos piensen y tengan ideas, pero para eso hay que enseñarles historia, matemáticas, inglés, lengua, chino…, pero sobre todo el amor a aprender, el amor a la cultura, a la música, al arte... Hay que enseñarles maneras, educación y ganas de mejorar como seres humanos, y estos aspectos no los enseñan unos números del 1 al 5 con los que medir las competencias no-sí adquiridas: muy malo, malo, medio, bueno, muy bueno.

Vamos a dedicarnos a crear un documento de grado de consecución de competencias dedicado a los que viven en lo alto de los palomares del mundo, y se les puntuará de 1 al 5, según el grado de consecución de competencias, en este caso siempre de acuerdo con el grado de mejora de la Enseñanza (o Sanidad, Hacienda, Trabajo...) que ellos consigan en mi querida tierra asturiana. Casi que ya podemos imaginar el resultado.

En su libro “Cuentos por teléfono”, Gianni Rodari incluye uno que lleva por título “El camino que no iba a ninguna parte”, les dejo, queridos lectores, unas líneas para su reflexión:

–¿Aquel camino no va a ninguna parte?

–¿Y hasta dónde llega?

–No llega a ninguna parte.

–Pero entonces, ¿por qué lo hicieron?

–No lo hizo nadie, siempre ha estado ahí.

–Pero ¿no ha ido nunca nadie a ver adónde va?

–Eres bastante testarudo, ¿no te digo que no va a ninguna parte?

–Si no habéis ido nunca, no podéis saberlo.

Uno de mis grupos favoritos de los años ochenta, “La Guardia”, en la canción “Mil calles llevan hacia ti”, tiene unas palabras que quizá nos ayuden a encontrar a todos, por fin, si no perdemos el tren, el camino de vuelta a casa: “Mil calles llevan hacia ti / y no sé cuál he de seguir / no tengo tiempo que perder / que ya se va el último tren...”.

Me despido de todos ustedes y les agradezco el tiempo empleado en la lectura de estas líneas, sobre todo con tantos asuntos pendientes de los que hemos de ocuparnos diariamente.

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