El PP aquejado del síndrome de Diógenes
Vaya por delante mi respeto hacia las personas que padecen esta enfermedad y mi solidaridad para con sus familias y allegados. Espero que entiendan que no pretendo hurgar en su sufrimiento ni ofenderles.
El filósofo griego Diógenes de Sínope, que pretendió convertir la pobreza en virtud, ha dado su nombre a una patología del comportamiento humano. El cuadro clínico del síndrome de Diógenes es característico: acumulación en la vivienda de toda suerte de residuos, descuido en la higiene y negación, por parte del afectado, de su enfermedad defendiendo su modo de vivir, sea encerrándose en la inmundicia, sea insultando con cierta violencia a quien intente evidenciar lo perjudicial de su actitud, exhortándole a limpiar la casa y tirar toda la basura.
"En todas las casa cuecen habas", sin duda, pero en la casa del PP ocurren un conjunto de acontecimientos que tienen una relación de semejanza con los síntomas del síndrome de Diógenes. La Gurtel, el Palma Arena, los presuntos nexos de corrupción, los supuestos casos de espionaje, los comportamientos cainitas, las sospechas de financiación ilegal del partido o de actos partidarios, el enriquecimiento súbito de militantes,las comisiones, la exigua cuenta bancaria de Camps, viajes de safari, de luna de miel, trajes a medida, regalos suntuosos, coches de primera gama, aviones privados, llamadas a la rebelión, etc, etc, constituyen un montón de basura que atufa. Existe una necesidad imperiosa de abrir las ventanas y las puertas para poder airear, asear y limpiar. Pero el PP, sintiéndose a gusto o no, se resiste a coger la escoba. Suele hacerse el "remolón".
O acude "la vieja guardia" para encender el ventilador, lanzando improperios por doquier, insultando repetidamente a la inteligencia porque no le agrada nada, a ellos menos que a nadie, estar en boca de todos y reconocer que el único tratamiento eficaz contra su enfermedad es tirar la pila de desperdicios al contenedor de la Justicia.
Parece como si el PP sintiera una angustia irracional ante la perspectiva de tener que deshacerse del lastre. Es como si existiera una extraña relación de convivencia, un vínculo malsano, que le hicieran preferir quedarse con él en lugar de prescindir de su compañía.
¿Padecerá también el PP el síndrome de Estocolmo?
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