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Arcelor: crónica de una muerte anunciada

4 de Octubre del 2019 - J. J. J. Suárez González (Gijón)

La Empresa Nacional Siderúrgica, Ensidesa, se crea en los años 50 en Avilés, se trataba de crear una empresa siderúrgica con los medios más modernos merced a la iniciativa del Estado, pues la iniciativa privada española no tenía capacidad, ni voluntad, de acometer esa gigantesca inversión. Uninsa se creó en 1961 para unificar y modernizar las empresas privadas, ya obsoletas, de la comarca de Gijón con la construcción de una nueva planta que tendría accionariado privado diverso (Duro Felguera, Fábrica de Moreda, Fábrica de Mieres, etc.), pero que en 1973, ante su situación de quiebra, tuvo que ser absorbida por Ensidesa, es decir, por el Estado. Entonces no existía el mundo globalizado y España necesitaba siderúrgicas que produjeran acero a precios competitivos para la creciente actividad industrial de nuestro país, ferrocarriles, fábricas de automóviles, etc. Desde el primer momento Ensidesa no fue rentable, porque a la amortización de las gigantescas inversiones había que sumar los precios políticos del acero y la pésima gestión de las plantas, de esta última podría escribir un libro, pero no quiero hacerles llorar. Tras algunos episodios sobre los que no me quiero extender, no vienen al caso que nos ocupa, finalmente Ensidesa acabó casi regalada, a pesar de que el Estado había gastado 100.000 millones de pesetas en la acería LD-III de Avilés, en manos de la familia Mittal, que ya tenían negocios en buena parte del mundo. Desde el primer momento algunos vimos en esta operación un negocio especulativo que en absoluto iba a garantizar en el futuro ni la continuidad de las plantas, ni los puestos de trabajo, ni una industria de carácter estratégico tan importante para España. Y eso con todo lo que Ensidesa significó y Arcelor todavía significa para la economía asturiana y para la supervivencia de muchas familias trabajadoras y de muchas empresas auxiliares. Como una bomba de relojería, la cuenta atrás está a punto de concluir. A la crisis mundial por la subreproducción industrial se une la caída de la demanda por la guerra comercial entre los EE UU y China y a ambas el achatarramiento de unas plantas donde no se han hecho las inversiones necesarias para su modernización, ni nadie las ha exigido. Esto, señores, es el capitalismo, el neoliberalismo a cara descubierta, la gente importa un pimiento. Arcelor se muere, como se murió la minería del carbón, llega el duro invierno y ahora las cigarras vendrán a pedir comida y supervivencia a las hormigas.

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