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El hiyab, a debate

8 de Mayo del 2010 - Miren Vilella Arriortua (Cudillero)

Una muchacha acude a su Instituto con el pañuelo islámico y se enciende la mecha de los debates, discusiones y confrontaciones; incluso se aceleran los trámites de aquellas decisiones políticas que estaban estancadas respecto a la determinación de los parámetros de la libertad religiosa en España. No hay mal que por bien no venga y espero que los «doctores» –no de la Iglesia– resolverán.

Con toda humildad, me permito expresar mi opinión, sujeta a matices que, en aras a la brevedad, me es imposible desarrollar.

Desapruebo la escandalera surgida desde el propio Instituto Camilo José Cela y la prepotencia demostrada por sus órganos directivos. Me consta que este hecho ha ocurrido en otros centros escolares y que se ha resuelto sin publicidad.

Los xenófobos, los racistas y los fundamentalistas no han desaprovechado la ocasión para lanzar sus soflamas y azuzar nuestros instintos y sentimientos más primarios.

Desde mi punto de vista, el credo de cada cual debería permanecer en el ámbito íntimo y privado. Dicho esto, el respeto hacia el otro, la tolerancia hacia el que profesa creencias distintas a las de una supuesta mayoría asentada deberían ser pautas prevalentes.

Por otra parte, si nuestro Estado pretende convertirse, de veras y no de boquilla, en un Estado aconfesional, es necesario que, para empezar, ninguna simbología religiosa se exponga en ámbitos y actos de carácter público.

Otra cuestión es la que se refiere a los signos religiosos de carácter individual: llevar a la vista alguna prenda personal, una medalla, una cruz, una estrella de David, un alzacuello, un velo de una religiosa católica o de una mujer musulmana, etcétera, no puede ofender a nadie. A mí no me ofende, como no me ofenden los «piercing», los peinados de color, los pantalones de cintura baja, etcétera. Puedo considerar que es una extravagancia, como mucho.

Pienso que, a río revuelto, se están mezclando demasiados temas: laicidad, libertad religiosa, no discriminación de la mujer, libertades individuales, derechos fundamentales, etcétera. Me parece que convendría desgajarlos para mayor comprensión y mejor tratamiento.

Pero, entre tanto, me preocupa esta muchacha musulmana que está encerrada en su casa. Se sentirá confusa, desconcertada y asustada por el revuelo originado.

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