Guillermo

26 de Abril del 2010 - Luciano Hevia Noriega (Barcelona)

Guillermo era un hombre bueno. Decir esto cuando alguien acaba de fallecer o, como en este caso, cuando a alguien le ha sido arrancada la existencia de manera violenta, se ha convertido en un tópico. Pero todos los tópicos conllevan una gran carga de verdad.

En lo referente a Guillermo el tópico no es tal, era, citando a Machado, en el buen sentido de la palabra, bueno. Tenía una bonhomía y una inocencia de las que ya no se estilan en gente de nuestra edad, cuando empezamos a estar un poco baqueteados por la vida y nos volvemos más desconfiados y recelosos, aunque la mayor parte de las veces nos quejemos por auténticas tonterías y no sepamos discernir lo verdaderamente importante.

Guillermo adoraba Asturias desde mucho antes de pasar a residir en esta tierra. Desde aquellos no tan lejanos tiempos en los que venía en años alternos durante el verano para disfrutar de Les Piragües y, sobre todo, de El Bollu. Paradójicamente, uno de los principales motivos para establecerse aquí definitivamente fue el considerar Asturias como un lugar mucho más apacible y con más oportunidades que su Venezuela natal. Recuerdo que cuándo nos conocimos me contaba con gran sorpresa la alegría que le provocaba el poder estar por las calles de fiesta bien entrada la noche sin temor alguno.

Y eso que su andadura inicial por estos lares no estuvo exenta de contratiempos laborales, pero siempre se las apañó para salir adelante apelando a su espíritu trabajador. Su salto de la hostelería al taxi le había llenado de ilusión, tal y como me comentó recientemente. Ese carácter responsable era una de sus señas de identidad, junto con un gran apego familiar, siempre preocupado por que los suyos gozaran del mayor bienestar posible.

Ahora algún canalla malnacido ha truncado todos estos proyectos vitales, probablemente para conseguir cuatro putos miserables euros. Ojalá pronto podamos verle pudriéndose en la cárcel, aunque lo que algunos realmente deseamos es que padezca sólo una décima parte del dolor que le ha infligido a una familia que no se merecía tamaña desgracia.

Vaya desde aquí mi afecto más sentido y profundo tanto para ellos como para sus compañeros de profesión. Que la tierra te sea leve, Guillermo.

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