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Mi madre hubiese deseado apagar un interruptor

30 de Abril del 2010 - Clara Rosa Rodríguez Fernández (Gijón)

Escribí esta carta hace ahora tres años, pero no tuve fuerzas para enviarla y lo dejé pasar. Sin embargo, creo que era necesario que viese la luz y la presento tal como la escribí.

Hace cuatro años mi madre recibió el diagnóstico de un cáncer de pulmón, 57 años. Todos iniciamos una lucha por superar esta enfermedad y que ella pudiese disfrutar del resto de su vida, de sus nietas, de la incipiente jubilación de mi padre, viajar todos menos ella.

Cuando cinco meses después supimos que la enfermedad ganaría la partida, a ella no hacía falta decírselo: lo pensó desde el principio. Y entonces empezó el camino hacia el fin: camino duro de recorrer y duro de acompañar.

Me gustaría que se intenten poner en la piel de alguien en ese punto: es difícil, pero háganlo, por favor. Quitando aquellos que encuentran sentido religioso al sufrimiento, estoy convencida de que la mayoría preferiríamos desaparecer en ese momento antes que recorrer un camino que no sabes qué te depara; sabes que vas a morir pero no sabes cómo, con cuánto sufrimiento, cuánto tiempo vas a esperar, de hecho, casi preferimos hacernos los suecos, ignorarlo, no estamos preparados para afrontarlo.

Debo reconocer que el sufrimiento físico, el dolor, no fue protagonista en este caso; no quiero pensar en pasar todo este proceso viendo sufrir a mi madre.

Este recuerdo y esta reflexión quieren dar sentido a la necesidad de un procedimiento en que una persona, con su cerebro sano y consciente, pueda decidir que si se ha de morir porque no hay solución a su enfermedad, se pueda morir ya, sin esperar, sin degradación, sin necesidad de morfina, sin sufrir ni provocar mayor sufrimiento del necesario a quienes la quieren.

Una sociedad que busca el bienestar con tanta ansia no debe olvidar que la muerte llega, y que debe llegar de la mejor manera a todos; a los que quieren aprovechar el tiempo que les queda y a los que no quieren luchar más.

La eutanasia es un derecho necesario. Y si yo me viese en algún momento en la situación final de mi madre, no sé si preferiría abandonar pronto o no, pero me gustaría contar con esa opción.

El debate acerca de la eutanasia no abandona el pensamiento de nuestra sociedad. Espero que pronto seamos capaces de introducirnos en él con serenidad y cordura, sin demagogia ni imposiciones injustas, y abrir un poco más la puerta de la libertad. Yo seguiré luchando por ello como homenaje a mi madre.

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