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La elección de Barack Obama

14 de Noviembre del 2008 - Antonio de Pedro Fernández (Cangas de Onís)

La euforia proestadounidense recorre el mundo, es la "obamanía". Derechas e izquierdas saludan alborozadas el triunfo del senador Barack Hussein Obama. El primer afroamericano (negro) que llega a la Presidencia de la primera democracia del mundo. El ejemplo de un gran país. La fortaleza democrática de sus instituciones. Éstas y otras laudatorias expresiones parecidas se airean por todos los medios de comunicación del mundo. No seré yo quien desconozca la magnitud del momento histórico que ha producido tal hecho. Sin embargo, me parece importante precisar algunas cuestiones.

En primer término, la alegría del pueblo norteamericano, extensible a gran parte del mundo, tiene o refleja, saca a la luz la repulsa, la oposición de gran parte del mismo, así como de amplios sectores del planeta, a una política hegemónica, insultante, guerrerista, genocida e inhumana que ha caracterizado la era Bush. Se ha puesto patente el repudio que la misma suscitaba.

En cuanto al hecho de que sea el primer negro que llega a la Casa Blanca, precisemos. Obama es mulato, hijo de blanca y negro. Su color no se diferencia mucho del de los miles y miles de hispanos que viven en los EE UU. No es un negro tipo. No responde, mejor dicho, no expresa, no es la imagen de los millones de negros sumidos en guetos y viviendo en el límite de la pobreza crítica. No tiene, ni siquiera, sus raíces en la insondable negritud que se sumerge en la entraña de Norteamérica, cosa que sí tiene su esposa. En todo caso, ambos forman parte de la élite de color, aceptada e influyente en la sociedad estadounidense. Su mérito está en haber sabido interpretar las ilusiones de millones de marginados socialmente, negros, latinos, asiáticos, etcétera; en haber sabido interpretar las frustraciones de una amplia clase media atrapada en el callejón sin salida de la política bushiana; en haber dado esperanza a minorías sin peso político.

Sin duda, el triunfo de Obama y del Partido Demócrata traerá para la población de los EE UU cambios importantes. Un futuro más sosegado, más prometedor está en su horizonte.

Sin embargo, no pensemos que con su triunfo ha cambiado radicalmente ese grande, complejo y multirracial país. Basta detenerse en su geografía y observar que la América profunda, la de las arraigadas convicciones religiosas y racistas, la del fundamentalismo blanco, sigue presente. ¿Había algún negro entre las multitudes que aclamaban a McCain?

¿Qué puede esperar el resto del mundo de su triunfo? En mi opinión, el cómo se desarrolle la política internacional del nuevo presidente constituye la piedra angular, el punto de inflexión que justificará o no la euforia actual. La herencia que recibe Obama está cargada de trampas e interrogantes. No se pierda de vista que en el imperio, al presidente le abrazan los tentáculos de esa hidra gigantesca de intereses capitalistas que constituyen el poder real, aunque no sea el más visible.

¿Cómo va a ser su relación con Latinoamérica, en particular con los países que más directamente se han enfrentado a Bush? ¿Y Cuba?, esa piedra en el zapato del Tío Sam, ¿seguirá obstinándose Obama en desconocer el clamor, repetido n veces, año tras año, en la Asamblea General de las Naciones Unidas, casi unánimemente, por que sea levantado el inhumano bloqueo? ¿Y Guantánamo?, ese limbo macabro del ser y no ser, ¿se atreverá a cerrarlo? ¿Se atreverá Obama, será lo suficientemente audaz para sentarse a discutir, de igual a igual, con la Latinoamérica emergente, soberana e independiente? ¿Se atreverá a poner freno a los mastines de Colombia, a los verdaderos capos de la droga y del terrorismo, alentados y amamantados por Uribe? ¿Comprenderá las razones soberanas de Venezuela, Bolivia, Ecuador y Nicaragua? No son temas menores, son los temas que definirán el talante democrático, conciliador y cooperador del nuevo presidente. África, continente donde Obama tiene sus raíces más cercanas, ¿será otra cosa distinta a tierra fecunda para el expolio y la guerra? ¿Y Palestina, podrá el nuevo inquilino de la Casa Blanca torcer y doblegar los alargados brazos de los ayer víctimas y hoy victimarios del holocausto del Medio Oriente? Recuerde que el "lobby" judío americano no le dio su apoyo entusiasta. ¿Se atreverá Obama a salir de Irak, a dialogar con Irán y Siria? Éstas y otras muchas preguntas parecidas harán que las noches en la Casa Blanca tengan amaneceres somnolientos. De cómo y cuándo se enfrente a las mismas, marcarán la pauta sobre si la elección del primer presidente mulato estadounidense respondió a algo más que a una ilusión igualitaria acariciada por más de doscientos años.

En tanto, me permito soñar un poco, recrear la ilusión en este amanecer de esperanzas y con otros millones de americanos compartir el sentimiento que embarga a mi hija y nieta, hispano-norteamericanas, en las lejanas tierras del Oeste americano.

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