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Protesta, que algo queda

26 de Abril del 2010 - José Manuel Fueyo Méndez (Oviedo)

En el zapping nuestro de cada día me tropecé la semana pasada en un informativo con los líderes de los dos sindicatos mayoritarios y esperé para enterarme del «milagro». ¿Se habrán dado cuenta, por fin, de que tenemos más de cuatro millones de parados? ¿Tendrán la valentía de oponerse a ese sucedáneo de reforma laboral que están cocinando por ahí arriba? ¿Querrán entregar el diezmo de su soldada para la colecta mensual de Cáritas? ¡Frío, frío! Los señores Méndez y Toxo chupaban cámara por asistir a un acto de solidaridad con el juez Garzón. Los desempleados, que esperen sentados el curro, y los sin techo, que sigan durmiendo al raso, porque nuestros «héroes» tienen bastante con dar la cara por un millonario. ¡Échale guindas al pavo! Lo malo del caso es que estos personajes siguen y van a seguir mamando de la teta pública, te guste o no te guste, paciente y esquilmado lector, hasta que tengamos una democracia más real y formal y como contribuyente puedas marcar o no marcar más «x» en tu declaración de la renta para decidir en qué se gastan tus euros. Y el que quiera sindicatos, que los pague.

Hay quien piensa que quejarse de estas cosas no merece la pena, que es una lucha quijotesca contra molinos de viento... y tal y tal y tal. Puede ser, pero a veces hay protestas que dan resultado. Es el caso, por ejemplo, de la organizada hace poco contra la Cruz Roja, que, como toda institución humana, unas veces escribe derecho y otras torcido. En esta ocasión la oenegé más enchufada del régimen había diseñado una campaña, financiada por los ministerios de Educación y Sanidad, basada en un juego interactivo, en el que se invitaba a niños y adolescentes al sexo anal y a utilizar juguetes sexuales varios. Como afortunadamente todavía quedan padres, cristianos y no cristianos, que ejercen de verdad como tales y se movilizan lo que sea menester, organizaron una campaña en internet y lograron detener esa especie de pederastia de Estado. En la misma línea, hay que significar que las protestas que periódicamente se elevan desde foros diversos contra los anuncios de prostitución que aparecen diariamente en la mayoría de los periódicos van dando también algunos frutos, pues algún importante diario ha suprimido ya ese tipo de anuncios, renunciando a los pingües ingresos que conllevan. A ver si poco a poco cunde el ejemplo y desaparece esa plaga; pero, a lo que iba: cuando en conciencia lo consideres oportuno, protesta y/o únete a los que protestan, porque algo siempre se consigue. Y, para que no me apliques el tradicional adagio de «consejos vendo y para mí no tengo», protesto también por algo de mi casa, de nuestra Iglesia, en concreto, por la cadena radiofónica Cope, de la que estos días volvieron a aparecer índices de audiencia. Era de esperar un descenso, porque muchos oyentes lo eran de los comentaristas más que de la cadena, pero el batacazo ha sido superlativo. Está claro que no se ha encontrado para Losantos y Vidal un recambio adecuado. No basta con pequeños retoques cosméticos, no basta con que Nacho Villa llame ahora don José a quien antes llamaba Pepiño: hay que buscar comunicadores con carisma, con menos apegos hacia un partido político concreto y con más apegos a la verdad. Y quien dice la Cope dice Popular Televisión, que también está bajo mínimos, y cuyos informativos parecen estar más al servicio de un partido que al servicio de los oyentes y de la verdad. Además, la fiebre ideológica bipolar que se da en la sociedad española, propiciada en parte por el bipartidismo consagrado por el constituyente en el 78, afecta también a una buena parte de los medios, razón añadida para que los medios de la Iglesia den ejemplo e intenten eludir esa fiebre, manteniéndose al margen de la lucha partidista.

Es curioso que las dos grandes formaciones políticas nacionales, que, a mi modesto entender, vienen demostrando año tras año ser muy parecidas entre sí a la hora de gestionar la cosa pública, se empeñen en aparecer tan diferentes y consigan, de hecho, generar y mantener en la sociedad española esa fractura bipolar, que no deja de ser, además, un tanto peligrosa. En fin, confiemos en que con el tiempo haya una reforma constitucional o en que el hartazgo de los ciudadanos, obligados prácticamente a escoger siempre entre Málaga y Malagón, propicie una tercera vía que aporte más normalidad, menos crispación social.

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