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Otra historia de los cines de Oviedo

31 de Octubre del 2019 - Ángel Muñiz Fernández (Oviedo)

En esta sección de “Cartas al director”, se publicó una enviada por un aficionado al cine, vecino de Oviedo, en la que exponía la falta de cines en el centro de nuestra ciudad. Las causas por las que desparecieron varios cines ubicados en el caso urbano fueron diversas. Todos los locales eran de alquiler, a excepción del Ayala, que era propiedad del empresario que lo explotaba. A principios de los años 40 del siglo pasado, había tres cines en el centro de Oviedo, el Santa Cruz, en la calle del mismo nombre; el Principado, en Cabo Noval, y el Gran Cinema, en la calle Longoria Carbajal. En 1942 abrió sus puertas el cine Aramo, en la calle de Uría. En 1944 empezó su actividad el teatro Filarmónica, que también daba sesiones de cine, y en 1948 se abrió de nuevo el teatro Campoamor, dedicado a teatro y cine. Por esas mismas fechas también se abrieron dos cines de barrio, en la Argañosa y el Postigo.

En la siguiente década se abrieron el María Isabel en la calle Nueve de Mayo y el Ayala en Matemático Pedrayes. Al mismo tiempo, la empresa del Gran Cinema acometió una importante reforma en ese cine, cambiando por completo su fisonomía interior, y exterior, convirtiéndose en el cine más moderno de la ciudad, superado posteriormente por el cine Ayala, que fue el más vanguardista de todos los que había entonces. No en vano, en los archivos de la productora del actor americano Tom Cruise, este cine figuraba como uno de los mejores de España. En 1968 empezó su actividad el cine Palladium, en el barrio de Pumarín, con una programación diferente al resto de los otros cines, que era de arte y ensayo. Cerró sus puertas trece años después. En la zona de la Tenderina, cerca de El Palais, había un local de gran superficie que estaba construido para sala de cine, que no se abrió hasta 1970. Se llamaba Cine México, y llevaba varios años cerrado después de terminar su construcción. Lo compró el mismo empresario del cine Ayala y se cerró en 1974.

Y en 1978 hicieron su aparición los minicines. Los primeros fueron los Clarín, en la avenida de Valentín Masip, que eran tres salas. Después le siguieron los Brooklyn, en General Zuvillaga, que empezaron con dos salas y años más tarde ampliaron hasta siete salas. A principios de los ochenta se abrieron los minicines de las Salesas. Todos ellos fueron cines de escaso aforo, el que más butacas tenía eran trescientas.

Antes de que finalizara el pasado siglo, ya habían cerrado varios cines. El primero fue el Santa Cruz, que su propietario, un conocido comerciante de tejidos de la ciudad, se negó a renovar el contrato para darle un nuevo giro al local, donde nació el primer Drugstore que se instaló en Oviedo. Aquello no duró mucho, y posteriormente se instaló en el mismo el club social del Real Oviedo, con su bingo incluido. Actualmente está cerrado desde hace décadas.

Después le tocó el turno al Real Cinema, que con la remodelación de la plaza Longoria Carbajal, el plan de ordenación urbana se encargó de fulminarlo, aunque el cierre fue por finalización del contrato de alquiler. Posteriormente el nombre de este cine pasó a titular a otro cine de la calle Nueve de Mayo, que primero se llamó María Isabel y posteriormente le pusieron Toreno.

En 1984 cerró sus puertas el elegante cine Aramo, que ostentaba el título de Palacio del Cine, por sus clásicos decorados, elegantes lámparas y relucientes espejos en los vestíbulos. Estuvo cuarenta y dos años dando sesiones de cine de forma ininterrumpida. Sus propietarios, unos conocidos arquitectos, decidieron vender tanto el edificio como el cine. Este último sí consiguieron venderlo a una conocida marca de ropa de reconocido nombre. Por cierto, en 1964 en los bajos de este cine, que había sido almacén, se instaló un pequeño cine, que se llamó Fruela, que proyectaba películas de reestreno. Se cerró al mismo tiempo que el Aramo.

El acceso a este último cine se hacía por la calle Palacio Valdés. En 1985, el teatro Campoamor dejó de ser sala comercial de cine.

En 1996 se cerró el más veterano de todos los cines, el Principado, que también había sido teatro. Este local tuvo su historia, fue víctima de un complot inmobiliario, e incluso de un sabotaje en el interior del edificio. Su contrato de alquiler era por tiempo indefinido, así que no había manera de rescindirlo, cosa que intentaron los tres últimos propietarios que tuvo. Uno de ellos fue la propia Caja de Ahorros de Asturias, que lo había embargado al anterior por impago de un préstamo que le habían concedido y que había puesto como aval la citada propiedad. La citada entidad financiera lo sacó a subasta, pero nadie lo quería por el problema del inquilino que no se le podía desahuciar. Al final apareció un comprador, una inmobiliaria madrileña, que se arriesgó a comprarlo y negociar la rescisión del contrato de alquiler, pero no hubo acuerdo. Esta inmobiliaria estaba interesada en construir viviendas de alto standing, cosa que consiguió. Al no haber acuerdo entre el nuevo propietario y el inquilino, a éste le prohibieron hacer cualquier tipo de obra en el local si no aceptaba hacer un nuevo contrato. Y surgió la sorpresa, un día por la mañana bien temprano, cuando llegaron las limpiadoras para hacer su trabajo, se encontraron el patio de butacas lleno de cascotes de escayola, que se habían desprendido del techo de la sala. Entonces empezó el lío entre las dos partes, el propietario se negó a reparar el techo y el inquilino si quería hacer la obra necesitaba el permiso del propietario, así que al inquilino no le quedó otra que aceptar el nuevo contrato, que duró dos años, y al término de este plazo el cine Principado cerró sus puertas para siempre. Pero a la inmobiliaria no le salió muy bien la operación que pretendía. Tenía que conservar la fachada tal cual estaba, con sus adornos incluidos, pero se encontraron con que ésta era de hormigón y tuvieron que derribarla entera y hacer una nueva, con el consiguiente gasto extra que originó por tener que hacer más huecos para las ventanas de las viviendas.

El último cine que cerró sus puertas el siglo pasado fue el Real Cinema por segunda vez, que estaba en la calle Nueve de Mayo. Este fue también otra víctima de la especulación inmobiliaria, aunque no hubo ningún problema entre vendedor y comprador, ya que el primero era el inquilino del local. Este cine se había convertido en la sala de moda de la ciudad. Después de la última reforma que se hizo, los mejores estrenos de películas pasaron por su pantalla. Cito algunos de ellos, “Amadeus”, “Pretty Woman”, “La guerra de las galaxias”, “Primera página”, y otras muchas que no recuerdo.

Con la llegada del nuevo siglo llegó la moda de los cines en los centros comerciales. En la zona de Oviedo y su periferia, los primeros cines o megaplexes se abrieron en Parque Principado, concejo de Siero, muy cercanos a la capital. Eran diecisiete salas, y su propietario era Warner Lusomundo. Posteriormente pasarían a ser propiedad de Cinesa, una multinacional que más tarde pasó a los dominios de la distribuidora americana UIP, filial de la Paramount y Universal. En el año 2002, se abrió el centro comercial Los Prados en la capital, y que acogía las catorce salas de la empresa Yelmo Cines. Esta empresa que ya tenía más de doscientas salas por el territorio nacional, se asoció a la multinacional americana Cineplex, que era filial de Columbia Pictures. A partir de aquí, empezó el calvario de las empresas de capital español. Las dos distribuidoras yanquis más la Warner se pusieron de acuerdo para no alquilar películas a empresas locales en las que estuvieran presentes sus filiales, Cinesa y Yelmo Cineplex. Así resultaron afectadas Ábaco Cines y Cinebox, esta última con presencia en Parque Astur, en Avilés. En la única comunidad donde se libraron de este boicot fue en Andalucía, donde Cinesa y Yelmo no tenían cines. Con esta situación saltaron las alarmas con posibles cierres masivos de salas de cine. Esto no solo ocurría en España, en otros países de la UE también tenían parecidos problemas hasta que intervino el Comisario de Cultura de Bruselas. Obligaron a las distribuidoras americanas a desprenderse de las filiales en Reino Unido, Alemania, Francia y España por competencia desleal. Cinesa fue vendida a un fondo de inversión inglés y los dueños de Yelmo recuperaron la mitad del capital que tenía Cineplex.

En los primeros años del presente siglo, quedan abiertos dando sesiones de cine comercial el teatro Filarmónica, el cine Ayala y los cines Brooklyn, que fueron cerrando paulatinamente hasta el año 2007. De todo cuanto antecede se puede sacar una conclusión, y es que los cines que había en el centro de la ciudad fueron reemplazados por el negocio inmobiliario, con la excepción de los Brooklyn, cuyo local se convirtió en un supermercado, pero que actualmente está cerrado. De lo que no cabe duda es que Oviedo necesita un cine en la zona céntrica, con aforo suficiente para cubrir la demanda, y es una pena que no se haya llevado a cabo el proyecto que había en el Centro Cívico, pero no cuajó. Como tampoco prosperó el hacerlo en el centro comercial del Calatrava. Otro sitio inmejorable hubiese sido en el Bulevar del Vasco, pero quedó descartado.

Y ya para terminar, brevemente contaré una historia que conozco de un cine de Galicia, que está ubicado en el pueblo de Leiro, provincia de Ourense. Este cine, que lleva el nombre de Novo Cine, abrió en el año 1983 y sigue funcionando en la actualidad. Hace diez años, se hizo famoso, sobre todo en los medios de comunicación, ya que fue la primera sala de cine de la provincia que instaló el sistema digital 3-D. Dicho pueblo tiene doscientos habitantes y todo el concejo tiene casi dos mil. El empresario y propietario del mismo es el único empleado, o sea, que todas las tareas a realizar las hace una sola persona. Ya podía estar jubilado, pero prefiere seguir al pie del cañón, porque tiene una pasión, ama el cine.

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