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Comentarios difamatorios

22 de Octubre del 2019 - José Antonio Coppen Fernández

Estarán de acuerdo con nosotros que son frecuentes los comentarios que escuchan con contenidos difamatorios, que luego no resulta fácil contrastar, y es ahí donde están amparados sus protagonistas. Algunas personas tienen como oficio este vicio tan dañino, que cuentan con la colaboración ajena porque no le ponen freno, sino que les propagan sus fechorías. Es decir, la difamación es cuando una persona pública hace una declaración falsa cuyo objetivo tiende a dañar la reputación de otro. Es, en fin, la acción y efecto de desacreditar a alguien a través de la difusión de información que resulta contraria a su reputación o buena fama. “Exceso de fama: difamación a la vista”, según Gómez de la Serna. Aclaremos que la difamación por escrito se llama libelo; la difamación verbal, calumnia.

A la hora de reflexionar sobre la difamación, no podemos huir del daño derivado de la envidia, vivero de ellas. Es evidente de que quienes sufren en muchos casos este acoso, por mor de no se sabe qué enfermedad, han de armarse de paciencia. Advertimos que la paciencia es un acto de voluntad consciente; no de borreguil sometimiento. No pretendemos decir que no se deba contar con la opinión pública porque sea tan movediza como la arena de la playa, pero si no profundizamos no se puede edificar sobre ella nada estable.

Es conveniente recordarlo, en España la difamación es un delito que está regulado en el Código Penal. Aquí se establecen lo que son los delitos de calumnias e injurias, así como las penas correspondientes. Las televisiones nos ofrecen en este aspecto infinidad de ejemplos. El problema de difamación se encuentra en muchas ocasiones ante la negativa de los testigos a prestar declaraciones, nadie se quiere mojar, pero sí dar la lengua por doquier. Entonces la denuncia carece de sentido. En nuestra modesta opinión, no es aconsejable pagar con la misma moneda; mejor es el olvido, ya que vengarse supone igualarse al enemigo.

Ya lo manifesté en algunas ocasiones, modestamente sigo la filosofía de los estoicos. El estoicismo es una doctrina fundada 300 años antes de Cristo por el griego Zenón de Citio, que defiende el autodominio, la serenidad y la felicidad de la virtud, así como la fortaleza de carácter ante la adversidad. Además, los estoicos despreciaban la opinión del vulgo. Y no hacían caso de las riñas ni de las peleas de cuantas cosas de estas hagan los insensatos, pues solo ellos pueden hacerlas, como tampoco hacer distingos entre los homenajes y los ultrajes del vulgo.

Perlas de la sabiduría: El silencio puede ser la mejor respuesta, la mejor burla y la mejor puñalada.

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