El bosque animado
Detrás de la frase “los árboles no nos dejan ver el bosque” se encuentra, en mayor o menor medida, una realidad que nos afecta a todos.
Es un muro simbólico que generalmente construimos nosotros mismos para protegernos y justificarnos. Nos parapetamos detrás de él para sentirnos más seguros, para observar lo que ocurre al otro lado, y si no nos gusta lo que vemos lo derribamos y generamos un nuevo dique de contención desde el que observamos solo lo que nos guste.
Vivimos, por tanto, en un mundo irreal, paralelo, en el que los sentimientos y las pasiones no siempre se corresponden con nuestro yo espontáneo y natural, sino que, muy frecuentemente, los acomodamos a nuestros intereses, circulando a uno y a otro lado del bosque, según nos vaya y según nos convenga. Un bosque animado que estará más o menos poblado para dejarnos ver lo que ocurre al otro lado, o para impedir cualquier atisbo de visión que nos pueda perturbar.
Es nuestra condición, la condición humana. Somos así de caprichosos y de maravillosos.
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