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Una sentencia que a nadie contenta

20 de Octubre del 2019 - Juan Goti Ordeñana

Es difícil contentar a todos, pero parece que es fácil no agradar a nadie, que es lo que ha pasado con la sentencia del juicio del 1-O. Todo el mundo reconoció la moderación y acierto con que se llevó la marcha del proceso, por lo que la sociedad española esperaba una sentencia ejemplar, que respondiera a la gravedad del intento de desgajamiento de una fracción del territorio nacional.

Por fin salió la sentencia del Tribunal Supremo decidiendo sobre el delito de los "líderes del procés". Y se ha levantado un gran debate público, tanto por la suavidad de las penas como por la argumentación de los magistrados al concluir que se trata de una sedición, esto es, un delito contra el orden público, y no una rebelión en toda regla, como se había calificado previamente por el primer fiscal general del Estado que lo examinó, José Manuel Maza, muerto repentinamente en Argentina, y que mantuvieron los fiscales que asistieron al juicio, el instructor de tribunal de apelación Pablo Llarena y, en un principio, la Abogacía del Estado, que luego por insinuación del Gobierno cambió. Todos ellos lo vieron claro y así argumentaron en el momento de la vista, así como también el mismo presidente del Tribunal Marchena, que en algún momento se manifestó por una gravedad de los hechos.

Pero en el momento de la firma de la sentencia no ha sido así, de modo que esta no comparte con los temores del Rey, que en su discurso del día 3 de octubre, a los dos días del 1-O, advirtió que estábamos en unos momentos muy graves, porque las autoridades catalanas se habían colocado al margen del derecho y de la democracia con la pretensión de quebrar la soberanía nacional, y, en consecuencia, reclamaba la unidad de acción de todos los poderes del Estado. Por tanto, sin valorar estos temores, la sentencia califica aquellos hechos como una farsa, una ensoñación de algunos exaltados, con lo que se ha rebajado a sedición, porque el referéndum ilegal que trataron de llevar a cabo y la proclamación de la República en el edificio del Parlamento catalán eran actos "simbólicos". Y aunque se vio por televisión que proclamaban consciente y decididamente la república independiente de Cataluña, esto era una ilusión porque sabían que no podían consumar su delito y solamente pretendían forzar al Gobierno de Madrid a negociar un referéndum. ¿Es que la pretensión de estos era menos que la de Tejero, Milans y Armada, a quienes les condenaron con las máximas penas, y solo pretendían un cambio de Gobierno, mientras estos ambicionaban destruir la unidad de España?

La sentencia no ha respondido a las expectativas de los hechos tan graves, y ha señalado que "la conjura fue definitivamente abortada con la mera exhibición de unas páginas del BOE que publicaban la aplicación del artículo 155 de la Constitución a la comunidad autónoma de Cataluña".

Además, se trata de una sentencia dictada por unanimidad de los miembros del tribunal, lo que indica que no muestra la autenticidad del parecer de los miembros, sino que por alguna intencionalidad se ha querido hacer una componenda, ya por seguir la propuesta del Gobierno, ya por estimar que con una sentencia leve se contentarían los gerifaltes de la autonomía.

Dada la gravedad de la materia, tuvo que haber diferencias en las opiniones de los magistrados que tenían que juzgar, pero triunfaron los más cercanos a las tesis del Gobierno de dar el mínimo de condena, para no soliviantar a los dirigentes de la sublevación. Con lo que hay que calificarla de sentencia política con el objeto de que fuera aceptada por todos, aunque no respondiera a la gravedad de los hechos. Y con ello se ha conseguido hacer un pastiche sin contentar nadie, únicamente está de acuerdo con la voluntad del Gobierno, que hizo cambiar su parecer a la Abogacía del Estado, que actuó a instancias del Gobierno.

No ha agradado a la sociedad española, que ha salido en tromba a destacar los defectos de la argumentación, por no responder a la situación de Cataluña. Los hechos que han sucedido muestran que el juicio fue precipitado, pues las acciones violentas, aunque algunas se realizaron en un principio, las que han seguido a la sentencia muestran que la violencia estaba presente, pues se están incendiando barrios enteros de Barcelona. Ahora el Gobierno tiene que enfrentarse a una violencia generalizada y no encuentra el modo de dominar la situación.

La sentencia por unanimidad del Tribunal Supremo quiso dejar de lado la violencia por acoger la firma de todos los miembros del Tribunal, pero esta componenda no ha resuelto nada, claramente se está viendo que la violencia estaba con toda su crudeza en el ánimo de los separatistas, y en las actuaciones de aquellas masas hace dos años.

El separatismo nunca ha sido, ni ahora es, pacífico. El aprendiz de brujo de la Moncloa, que se creyó que con la inhumación de Franco le iba a venir una lluvia de votos en las elecciones del 10-N, que se tiente los machos, pues está demostrando su incapacidad para dirigir una acción para coordinar los momentos delicados que suelen suceder en los Estados, y que le pueden amargar los resultados de las elecciones.

Juan Goti Ordeñana,

catedrático emérito de la Universidad de Valladolid

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